Traidores a la Patria

Opinión de René González

En 1960 justo en el umbral de la conmemoración del cincuenta aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, diversas fuentes históricas remiten a este pasaje: “El entonces presidente Adolfo López Mateos estaba realmente furioso, recuerda el que fuera su secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, quien escuchaba la justificada ira del primer mandatario, ofendido por los desplantes que en su propio despacho presidencial le había proferido el más alto directivo del Banco Mundial, quien se atrevió a exigirle de manera altanera al presidente liberar las tarifas que las compañías que suministraban energía cobraban a sus clientes en las zonas urbanas del país. La escena, presenciada por Ortiz Mena, había sido terrible, pues ante la falta de tacto y de protocolo del banquero, López Mateos literalmente lo echó de su oficina.” (Villalpando, José Manuel).

Advirtiendo este y otros abusos de empresas privadas e intereses extranjeros, el presidente López Mateos encargó la iniciativa de reforma al propio Antonio Ortiz Mena, con la premisa: “Es necesario tomar medidas de fondo en el sector eléctrico […] Es necesario que el Estado mexicano ejerza un control directo sobre la industria eléctrica”. Después de semanas de trabajos y negociaciones se logra la encomienda, el presidente Adolfo López Mateos informó al Congreso de la Unión, el 1º de septiembre de ese año, el resultado del proceso conocido como: “la mexicanización de la industria eléctrica”.

En la máxima tribuna de la Nación el presidente expresó: “No puedo ocultar la emoción de mexicano y de gobernante al anunciar que, con la compra de las empresas eléctricas y la reforma constitucional que propondré, la nación será la única propietaria de una fuente de energía vital para su futuro desarrollo”. En ese mismo acto presentó la iniciativa de reforma para adicionar al artículo 27 de la Constitución el siguiente párrafo: “Corresponde exclusivamente a la nación generar, conducir, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación de servicio público”.

El 27 de septiembre de 1960, después de que por la mañana el secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, izó la bandera nacional en el edificio de la Compañía de Luz y Fuerza al tomar posesión de ella, en el zócalo capitalino, corazón simbólico de México, desde el balcón central del palacio nacional, ante miles de trabajadores de México, el presidente Adolfo López Mateos arengó: “Les devuelvo la energía eléctrica que es de la exclusiva propiedad de la nación”.

Su discurso fue retomado en una carta al pueblo publicada en los diarios de circulación nacional al día siguiente: “Estamos independizándonos de las invasiones extranjeras que vaciaron al país (…) No se confíen; en años futuros algunos malos mexicanos, identificados con las peores causas del país, intentarán de nuevo entregar el petróleo y nuestros recursos a inversionistas extranjeros (…) Pueblo de México, los dispenso de toda obediencia a sus futuros gobernantes que pretendan entregar nuestros recursos energéticos a intereses ajenos”.

Finalmente, López Mateos cerró su legado nacionalista con una frase que, en el siglo XXI, a 62 años de aquella decisión de Estado recobró todo el peso de su sentido histórico: “Sólo un traidor entrega a su país a los extranjeros… especular sobre la propiedad exclusiva y a perpetuidad de nuestros recursos energéticos es traición a la Patria”. Años antes, el general revolucionario Lázaro Cárdenas, el mejor presidente del siglo XX sentenció: “gobierno o individuo que entrega los recursos naturales a empresas extranjeras, traiciona a la Patria”.

El 17 de abril con 275 votos a favor (Morena, PT, PVEM), 223 en contra (PRI, PAN; PRD, MC), y cero abstenciones, el proyecto de reforma eléctrica presentado por el presidente Andrés Manuel López Obrador fue bloqueado al no alcanzar la mayoría calificada, porque se requerían al menos 332 votos favorables a la iniciativa, las dos terceras partes de los legisladores presentes.

La votación se ganó -porque la mayoría de los diputados votó por revertir la contra reforma de Enrique Peña Nieto, y devolver al Estado la tutela en materia de electriciad, permitiendo la participación privada en el 46% del mercado eléctrico nacional, y en especifico buscando no condenar el abasto de la electricidad para consumo familiar a intereses de lucro privados y extranjeros-, la oposición formada por el bloque conservador y reaccionario del PRI, PAN, PRD y MC frenó los cambios, y dichos legisladores actuaron al son de los cabilderos de empresas transnacionales dando la espalda al pueblo de México. Perdieron la votación, fueron desenmascarados, los perdedores indudablemente son dichos fariseos.

Este acto ha sido considerado por múltiples voces como un acto de traición a la patria. Es un hecho concreto que al no rectificarse los abusos y el saqueo que permite la actual legislación peñista en materia eléctrica, se lesionan los intereses de la Nación y se privilegian los intereses extranjeros. Por ello decirles traidores a los diputados opositores a la transformación de México es solo describirlos.

Traidores por doble partida son los priistas que perdieron la última oportunidad de reivindicarse ante la ciudadanía y su propia ideología fundacional, representada por Adolfo López Mateos. Los traidores al triple son aquellos como el diputado por Nuevo León, Andrés Pintos que llegó a la curul con el voto popular obradorista de García, y en la víspera de la votación se pasó al MC para avalar el golpe bajo al pueblo.

A la letra el Código Penal Federal, en su Libro Segundo, Título Primero: Delitos contra la Seguridad de la Nación, Capítulo I – Traición a la Patria, dice en su Artículo 123: “Se impondrá la pena de prisión de cinco a cuarenta años y multa hasta de cincuenta mil pesos al mexicano que cometa traición a la patria en alguna de las formas siguientes: I.- Realice actos contra la independencia, soberanía o integridad de la Nación Mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero”.

Acostumbrados a no rendir cuentas, a mentir, robar y traicionar, los falsos representantes populares emisarios del viejo régimen, e hijos del maridaje del poder político y el poder económico que saqueó al país durante el neoliberalismo, ahora resulta tienen la piel muy sensible cuando en todos los rincones de México, en los pueblos, rancherías, barrios, colonias, unidades habitacionales de voz en voz, desde abajo, el pueblo organizado no titubea en señalaros como son: unos traidores a la Patria, que no solo estarán tipificados por el Código Penal sino por el juicio de la historia.

En los días siguientes se realizarán jornadas informativas en plazas públicas, parques, escuelas, estaciones de transporte, en las ciudades y en el campo para denunciar a quienes traicionaron al pueblo, para que cada que llegué a un hogar un recibo de luz con una tarifa estratosférica para beneficiar a empresas extrajeras, la gente sepa quien es quien, dónde estaban aquellos que en campaña electoral actúan como corderos y en los hechos solapan abusos, robos e injusticias. Será una tarea esencial del movimiento de transformación recabar firmas para presentar una demanda penal colectiva contra los traidores a la patria.

Los sentimientos de la gente de abajo, de quienes pertenecen al pueblo raso siempre se han despreciado. Se caricaturizan las expresiones afectivas de los sectores populares como meras expresiones de su supuesta irracionalidad congénita y falta de ilustración, sentimientos siempre propensos a ser manipulados.

El amor que se tenga por la patria como vínculo con la tierra donde se nace y lealtad por la gente con que se crece, dejó de ser un valor durante la noche neoliberal, tildando todo acto patriótico o expresión colectiva de mero sentimentalismo patriotero. Si los intereses que predominaron fueron los trasnacionales, cualquier reivindicación local o proyecto propio se consideró como sinónimo de atraso.

En estas mismas décadas, el aspiracionismo como valor preponderante entre la clase media se terminó de imponer, como justificación de la búsqueda de éxito a toda costa y pasando por encima de todos. La aspiración a ser algo distinto al pueblo de donde se podría tener raíces reales, coincidió con la búsqueda irresuelta a llegar a ser “distinto” y “algo más en el statu quo” que caracteriza la ideología de las elites y todos quienes aspiran a integrarse a esas mismas estructuras de dominación.

Esa visión colocó a los modelos de desarrollo ajenos, siempre europeos o norteamericanos, como la única perspectiva de vida digna de imitar, en este continente forjado por la ideología colonial, que se actualizó en el credo tecnocrático neoliberal. Para todos ellos, sentir algo por la patria no es solo anacrónico sino un riesgo latente para sus proyectos de superación individual y defensa de sus intereses de clase.

Si la patria son los amigos, como han reiterado los escritores, el pueblo vive cotidianamente esos sentimientos más allá de cualquier nacionalismo inducido. En cambio, las elites no sienten mayor lealtad con todo aquello que reniegan, y viven como resabios de la incapacidad para llegar a ser como sus añorados amos globales. En este esquema mental de individualismo y egoísmo, no cabe la posibilidad de reconocerse como traidores a la patria, pues para ellos, esta solo se expresa en los vínculos e intereses de grupo que defienden de manera espuria, al asumirse como representantes del mismo pueblo que desprecian.

Los conservadores legítimamente representan los valores de las empresas transnacionales y sus personeros, porque ese es el modelo de patria que sueñan concretar, una patria meritrocrática donde el dinero y los vínculos con los poderes facticos sea la verdadera forma de medir su propia superación.

Para nosotros la patria es un lugar para todos, donde nadie se quedé atrás, donde prevalezca la igualdad ante la ley, la fraternidad, la justicia y los derechos sociales universales. “Patria: tu superficie es el maíz, tus minas el palacio del Rey de Oros, y tu cielo, las garzas en desliz y el relámpago verde de los loros”. Decía Ramon López Velarde.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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