¡Que viva Chico Che!

Opinión de René González

La presencia del genial artista Francisco José Hernández Mandujano (1945-1989), mejor conocido como Chico Che, no es anecdótica en las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador. Al mismo tiempo que cita filósofos griegos como Aristóteles, Engels u Ortega y Gasset; nuestro presidente historiador y pedagogo al mismo tiempo, echa mano de las referencias a la cultura popular mexicana que lo acerca con la gente sencilla a la que todas las mañanas se dirige. Desde antes de presentar sus canciones, al dirigente político siempre le gustó ironizar con la expresión popular ¿Quién Pompó?, para evidenciar las relaciones de corrupción y complicidad entre sus opositores.

Pero las referencias de AMLO a Chico Che, no se tratan solo de la admiración por su popular paisano tabasqueño, quien tuvo sus grandes éxitos durante los años 70s y 80s, justo los años en que nuestro presidente fue estudiante y comenzó su carrera política. Chico Che supo transitar del rock y las baladas hacia la cumbia cuando comprobó el gran arraigo que la música tropical causaba entre el pueblo.

Ese fue su medio para transmitir su espíritu festivo, al mismo tiempo que en lenguaje claro e ingenioso ironizaba sobre los eventos sociales y políticos de su tiempo. El nombre de su banda La Crisis, es fiel reflejo de esta crítica orientada a desacralizar los grandes temas y discusiones que las élites mexicanas acaparaban desde la supuesta superioridad intelectual que siempre han asumido. La politización del artista de los grandes lentes y la ropa de obrero, es aún más evidente cuando recuperamos sus versiones a clásicos de la nueva canción latinoamericana de intérpretes como Violeta Parra, Carlos Puebla o Quilapayún.

Precisamente, la primera incursión de Chico Che en la conferencia presidencial fue el pasado 8 de junio con su versión de La Muralla, poema del cubano Nicolás Guillén, integrante de la vanguardia artística de la isla y un ferviente crítico del orden racista que se impuso en contra de la población afrodescendiente. El presidente aprovechó esta versión de Chico Che para hacer una crítica a todas las formas de discriminación en contra de los migrantes mexicanos en Estados Unidos, como una política sostenida por todos sus presidentes, sin distinción de demócratas o republicanos.

Pero como el Cid Campeador, el nuevo éxito mediático de Chico Che, fue que el presidente de México utilizara su canción ¡Uy, qué miedo!, para dirigirse a nuestros aldeanos opositores y a sus cotidianas amenazas de desastre, ya sea con el tema energético o con el Tren Maya, pues siempre corren presurosos a denunciar al Gobierno de México, ante agencias internacionales y sus patrocinadores imperiales.

Los expertos y especialistas de los medios tradicionales se apresuraron a calificar con tono docto la referencia musical del 20 de julio como: “show ordinario, falta de seriedad, torpeza, chistecito, burdo estilo, bravuconadas, desenfado irresponsable, tono chocarrero, frívola provocación, o frivolidad imperdonable”; en cambio las redes sociales, se llenaron de más improperios e insultos clasistas y bíblicas condenas por despertar la furia de “los patrones” del norte.

Pero ambas reacciones tienen en común, además de su hondo desprecio e incomprensión por la cultura popular, partir de manipular un mensaje político que no se dirigió a gobiernos extranjeros, sino a sus empleados y agentes locales.

La respuesta política del presidente de México fue bajar del altar neoliberal en que muchos “internacionalistas y geopolíticos” siguen colocando a Washington, para poner el problema en el nivel de una disputa comercial a resolverse por los canales ya establecidos, entre naciones soberanas. Pero como a nuestras élites, las palabras de dignidad y soberanía no les dicen nada, mejor hacérselos saber a ritmo de cumbia, en los mismos términos que cualquier mexicano puede reconocer como propios.

La alegría que transmite Chico Che en sus canciones es parte de la cultura del pueblo de México, y hacer uso de ella para dar a conocer una postura no es ningún error, al contrario, por su carácter transgresor de los “buenos modos” de la política tradicional, es el medio más eficaz para que los receptores reciban el mensaje: la dignidad y la independencia de México ya no está en venta.

Los intereses de grupos políticos y económicos que medraron por décadas con el presupuesto y los recursos públicos seguirán conspirando en el extranjero frente a su manifiesta incapacidad para construir un proyecto propio que no siga supeditando nuestra soberanía a los intereses del mercado. Ellos son quieres seguirán gritando que se nos viene el desastre, por faltarle el respeto a los amos a los que ellos están vendidos.

El pueblo de México, como Chico Che ya puede responderles: “Chi como Ño”. Gratamente son tiempos de Chico Che y la crisis moral de la anquilosada derecha. (Con la colaboración de David Toriz).

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