La prensa convencional siempre partirá de noticias que van de lo particular a lo general y muchas veces, la mayoría, se quedan en el intento de hacerlas generales, cuando se trata sólo de casos individuales y a veces aislados.
Así, la situación de una persona en problemas que para ellos es noticia, cuando las lluvias inundan su casa, o se cae un árbol en el carro de alguien que creen que es digno de entrevistarse, o colocan en primera plana la vida de un famoso o un deportista, cortan el vínculo entre lo social y lo individual que debe ser un complemento de la otra, a partir de un hecho trascendente.
Su manera de decidir lo trascendente tiene profundas raíces políticas y muy malas intenciones.
El periodismo es una labor social, al sacar de ese contexto la información tienden los puentes hacia el sentimentalismo más ramplón, también hacia la extorsión, el chantaje y la presión hacia el gobierno.
Es decir, el sentimentalismo es un arma de los medios contra el gobierno, utilizado como escenario de lo malo e ineficiente que resulta la administración pública.
Al enfocar un drama particular a través de los medios, se crean vínculos con la ficción. Asociaciones que remiten a telenovelas, películas, series. Es decir, el drama se vuelve espectáculo, distanciándose de la intención de informar para convertirse en diversión o en algo que no puede solucionarse porque su final está escrito en un guion inalterable.
Hacer énfasis en lo individual, la obsesiva costumbre de decir que la víctima tenía hijos, y si son menores de edad, es todavía mayor el morbo que se difunde para caer en la tragedia individual de un guion que sólo busca manipular lo social.
Al darle realce a las características personales se diluye el contexto, la causa y el efecto que deben servir para conocer la realidad, es decir el contexto social desaparece para dejar la nota en un problema aislado entre buenos y malos, que es la base de toda manipulación.
En esos casos la televisión entrevista no sólo a familiares cercanos sino hasta los padrinos y vecinos para darle un sesgo de tragedia griega, de víctimas del mal gobierno, donde los delincuentes son menos responsables que la administración pública. Los asesinos no son tan malos como los gobernantes en turno, que permiten que haya delitos. En lugar de informar realizan una obra de teatro donde la imaginación de los autores prevalece sobre la realidad.
La función del periodismo no es conmover sino informar para que el público, al que no respetan, decida si participa en los conflictos de la sociedad, pero al profundizar en el caso, con información que a nadie interesa, como mostrar los juguetes que dejó en su cuna la niña muerta, o las fiestas a las que asistía la adolescente, o el título de la universidad del joven estudiante, o el banderín del equipo de futbol que apoyaba la víctima, colgado en la pared, que son factores que nada dicen a nadie pero todavía hay un grupo de medios que utiliza el sentimentalismo en lugar de tomar su responsabilidad en busca de la manipulación y el rating.
Los medios se dedicaron a infundir el miedo en la sociedad de manera cotidiana, constantes y hasta estratégicamente, de tal manera que lejos de convocar a la población a la participación social, vecinal, política simplemente quiere mantenerlos al margen y en casa, que es donde se desarrollan los hechos de sangre comúnmente, pero esta contradicción nadie la toma en cuenta, la casa como refugio y no como parte de la identidad o plataforma de la vida social activa, es lo que muestran los chantajistas de la información como único universo seguro.
Es tiempo de juzgar a los periodistas que hicieron y hacen mal su trabajo en el pasado, no son pocos y todos los conocen, la mayoría con la intención de manipular y con un protagonismo que los convirtió, en su momento, en estrellas.
Cuando el informador es noticia la información verdadera pasa a segundo término y en México, los hombres y mujeres del micrófono y la pluma, luchan denodadamente por su protagonismo sin vocación ni saber lo que en realidad es su trabajo. Los periodistas dejaron de ser un medio para convertirse en un fin en si mismos.
Nadie mejor que la sociedad para que el periodismo retome el camino y responda al tiempo que se vive. Hay que aprender del pasado sin olvidar el futuro estará lleno de noticias que deberán ser transformadoras, pero primero debe desaparecer ese periodismo que se basó en el sentimentalismo, el chayote, la mentira, la tradición al país.
Informarse debe dejar de ser parte del descanso, en el espacio de la diversión, en el corazón de la relajación diaria, sino un compromiso que implica dejar atrás la pasividad.