Por una democrática abolición de la democracia

Resulta evidentemente obvio para todo aquel que tenga capacidad de notar lo evidentemente obvio, que la democracia se ve constantemente amenazada por todos aquellos que indignadamente se indignan por ser tratados indignamente, aquellos que —como bien señaló ese amasijo de sensibilidad social que es Andrés Calamaro— están encaminando al mundo a una “dictadura progresista comunista”, signifique ello lo que signifique resulta, resolviendo el oxímoron que permite la coexistencia del extremo individualismo identitario con el anteponer el bien común a todo individuo, amenazadoramente amenazante.

Los tolerantes y cultos, los privilegiados y educados, la gente de bien —en pocas palabras— vive asechada por los vagos, resentidos, equivocados e hipócritas, que creen en Internet y la televisión, que son un meme y no son hombres (nuevamente, tan virtuosas palabras, son de Calamaro). Los tolerantes y cultos atestiguan como, día con día, la democracia desaparece secuestrada por el demos, por la mayoría que antidemocráticamente pretende imponer su voluntad de forma democrática, esa mayoría que inconsciente de su vulgaridad, lucha por arrebatar el control a una minoría que no por ser minoría es menos mayoría que la mayoría, y no por ser minoría está dispuesta a perder el democrático derecho de oligárquicamente imponer su razón, su forma de entender el mundo y sus intereses.

Ante tal afrenta, no queda más que abolir la democracia para defender la democracia del ejercicio democrático. A todas luces la democracia ha traído un descontrol al permitirle a las huestes —medianamente— decidir su futuro. El cantautor argentino no es el único que se ha dado cuenta del engaño tiránico que se esconde detrás de la democracia y sus herramientas, son muchos los intelectuales y demás esbirros que siguiendo el credo vargasllosiano están convencidos de que no hay peor enemigo para la democracia que la democracia misma, están convencidos de que la única manera de preservar la democracia es meterla dentro de una caja de cristal —no se olvide que son partidarios de la transparencia— donde a vista de todos podamos ver a unos cuantos elegido (elegidos por ellos mismos), ejercer el sacrosanto derecho a votar y ser votado, unos cuantos que, estableciendo una tiranía culta y tolerante, protejan a los resentidos, a los equivocados, a los hipócritas, a quienes somos un meme, a los vulgares, de los resentidos, los equivocados, los hipócritas, los que somos un meme, los vulgares. En pocas palabras, es necesario consolidar una oligarquía que proteja al pueblo del pueblo, que sea la poseedora exclusiva de los derechos democráticos para democráticamente poder decidir por los demás, los de más.

Son pocos los rebeldes de sofá, los libertarios libres de sodio, los defensores deslactosados que se dan cuenta del afán totalitario de las mayorías. Son pocos los que no se dejan engañar por la decisión popular y pueden ver que la decisión popular es opuesta al verdadero interés popular que no consigue manifestarse no por que el pueblo sea manipulado —¿eso que tiene de malo— sino porque el pueblo no tiene capacidad para pensar, decidir y actuar por si mismo. El pueblo, por definición clasista, es limitado y sus límites son más limitados aún. Otorgarle al pueblo la capacidad de determinar el derrotero político deviene en la afectación de los intereses de las clases privilegiadas, así sea que único interés que se ve afectado sea el interés de diferenciarse del pueblo para poder despreciarlo. Y resulta claro que nada afecta más al pueblo, a esa horda defensora de la dictadura progresista comunista, que anteponer sus intereses a los interesas de la minoría privilegiada.

Entrados en gastos

Si no empezamos desde ya a trabajar para democráticamente abolir la democracia, el día de mañana no habrá democracia alguna que defender, se habrá consolidado una dictadora totalitaria, antidemocrática y tiránica, elegida democráticamente en las urnas y respaldada por una abrumadora mayoría. El engaño en el que la democracia ha caído nos hace creer que con más democracia se defiende la democracia, no hay nada más lejano de ello, más democracia sólo dará más poder a la gente y reducirá —en algún nivel— el control que las minorías tienen sobre la vida del grueso de la población. Más democracia generará un cáncer democrático, del cual ya empezamos a ver los primeros síntomas, que acabará por condenar la democracia a una muerte larga y dolorosa. El ejercicio democrático es la distancia más corta a la tiranía de la mayoría. La única manera en la que podemos salvar la democracia es limitando la democracia y estableciendo un sistema que simulando ser democrático, plagado de organismo autónomos controlados por gente no electa democráticamente, decida por la mayoría lo que la mayoría necesita.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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