¿«No se toca» la democracia?

Durante este fin de semana, los consejeros del INE, Lorenzo Córdova Vianello y Ciro Murayama Rendón, junto con Carmen Aristegui, realizaron la presentación del libro “La democracia no se toca”.

Un texto que representa una crítica al «Plan B de AMLO», el cual trata sobre algunas modificaciones a la ley electoral. Asimismo, se detalla que validar la constitucionalidad del «Plan B», representa un retroceso para la democracia.

¿Pero de qué democracia hablan sus autores? A lo que apuntan, parece que para ellos «democracia» es un organismo que tiene el deber de organizar procesos electorales. Esto es importante tenerlo en cuenta, porque la validación de esos procesos no le corresponden al INE, sino al TEPJF.

Quizá a costumbre de limitar la «libertad de expresión» a periodistas, los consejeros electorales limitan su noción de democracia a un organismo autónomo, cuando la democracia es mucho más que eso; al igual que la libertad de expresión va más allá de lo que se externa por los comunicadores.

Y, en ese sentido, se entiende porque afirman que «la democracia no se toca», pues el «INE sería la democracia». Por tanto, «sin INE, no habría democracia». 

Sin embargo, ¿esto realmente es así? 

Mucho se ha hablado sobre el “Plan B de AMLO” y la supuesta intención de «desaparecer» al INE, lo cual, en términos jurídicos, es incorrecto, pues abunda la desinformación. 

No se trata de desaparecer al INE, sino de cambiar algunas cuestiones importantes que pretenden ampliar el espectro de la participación ciudadana.

Por ejemplo, considerar que los consejeros electorales sean elegidos por los ciudadanos, no representa un daño a la democracia, sino al contrario, implica reconocer esa cuestión a los mismos ciudadanos. 

Dejar tal proceso a los partidos políticos, significa quitarle a los ciudadanos la oportunidad de elegir democráticamente a los encargados de un organismo que dice estar constituido por auténticos ciudadanos.

Por tanto, tan solo en ese aspecto, no se puede hablar de un secuestro del poder ejecutivo a un organismo autónomo, como se llegó a sostener, sino de una propuesta que pretende recuperar la idea original de lo que sería el IFE: un instituto conformado por ciudadanos, al servicio de los ciudadanos.

Un instituto que diera confianza a sus iguales. Que fuera capaz de ser cercano a la gente. Cosas que se han ido perdiendo en el camino.

Y aunque se podría hablar sobre más cuestiones, no es aquí el lugar para tratar a fondo todo y con la profundidad adecuada.

Por tanto, respecto a lo que corresponde, si hay un sistema que debe «tocarse» es, precisamente, la democracia.

Pero no porque se quiera acabar con ella, sino porque solo por medio de la crítica es posible perfeccionarla. Y para ello se debe estar dispuesto a correr el riesgo de que una propuesta pueda fallar.

Decir, por tanto, que la democracia «no se toca», como afirmaron Lorenzo Córdova y Ciro Murayama es querer instaurar, por paradójico que suene, un sistema que no es acorde a los principios democráticos.

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