No cabe duda que quienes se indignan por la filtración que sufrió Televisa y que Aristegui Noticias, rompiéndose la cabeza, bautizó como #TelevisaLeaks —donde, entre otras cosas se revelan campañas a favor de Arturo Zaldivar, ataques en contra de Ricardo Salinas Pliego y Carlos Slim, campañas en apoyo a Alito Moreno para desprestigiar a Layda Sansores, la colaboración en la noble labor de crear noticias falsas de dos diputadas, una de MORENA y otra de Acción Nacional, etc.— no entienden ese fundamento fundamental, de la efímera existencia contemporánea, donde los sujetos están obligados a ser los forjadores de su propio destino, poco importa si esto sujetos son personas o empresas, su obligación va más allá de incidir en su realidad, de cada uno de nosotros se espera que construyamos esa realidad que habitamos y —en consecuencia— los menos afortunados de nosotros, envidiamos y condenamos a quienes tiene más recursos para crear esa realidad como mejor les convenga, a quienes pueden ser los arquitectos no solo de sus vidas sin de las vidas de los demás.
Confundir con creación de noticias falsas la labor de “EL Palomar” de Televisa, encabezado por Javier Tejado, es peor que confundir la gimnasia con la magnesia. El quehacer de Tejado y compañía, frente a una realidad que moldea y afecta sus intereses y el de sus patrones, consiste en moldear esa realidad en favor de sus intereses y los de sus patrones, y —de paso— cobrar a quienes estén dispuestos a pagar para beneficiarse de ese moldeable constructo que moldea y construye la realidad ¿Para qué contar con una concesión del próximamente extinto Instituto Federal de Telecomunicaciones si no se va a aprovechar para construir narrativas monetizables? El futuro será — como el presente y el pasado— de las clases privilegiadas y sus descendientes, o no será.
Una noticia falsa es poca cosa comparada con la construcción de la realidad misma, con la urdimbre del entramado que otros llaman vida. La noticia falsa se limita a la mentira, a la patraña, al engaño y tiene un fin cortoplacista, inmediato, perecedero. Moldear la realidad no, no es mentir, no es engañar, no tiene un fin cortoplacista, no tiene resultados inmediatos —aunque inmediatamente acarrea beneficio para los moldeadores de realidades— y su caducidad es longeva. Moldear la realidad implica el desarrollo de una realidad que se mantenga de pie por sí misma y reemplace ese acuerdo que la mayoría llama realidad por otra realidad que la mayoría llame realidad y — genialidad de genialidades— beneficie más a quienes ya son beneficiados.
El resto, quienes no tenemos la suerte de tener la suerte de poder moldear y/o construir la realidad bajo nuestros propios parámetros, nos vemos reducidos al reducido papel de consumidores de realidades ajenas, diseñadas por otros, para el beneficio de otros y en las cuales, simplemente, somos piezas intercambiables, reemplazables, desechables y deleznables. Poco importa si vives debajo de la línea de pobreza, si eres un aspiracionista kantiano con las tarjeta de crédito a tope, o si vives austeramente con lo justo necesario. Lo que importa es que la realidad misma, no sus reglas, fue definida por otros y está al servicio de otros, del 1% para quienes vivir es increible y no es solo un slogan de una aseguradora. Los arrendatarios de la realidad tenemos como único derecho el consumo, pasivo y acrítico de lo que se nos indica que debemos consumir. Cuestionarlo está fuera de lugar, cuando menos, en la medida que no se construye una realidad como #TelevisaLeaks que nos invite a cuestionar la contrucción de realidades. Aspirar a que lo real es accesible, no sólo resulta lacanianamente absurdo, sino que, además, es infantilmente iluso.
Entrados en gastos
Si al final resulta que los #TelevisaLeaks son una extorsión de Germán Gómez para intentar sacar dinero, si “le ‘vendió’ información falsa y/o inexacta, elaborada por él mismo”, a Aristegui como afirma Tejado, si no es más que un modelado de la realidad por aparte de Aristegui noticias o algún poderoso grupo de poder, poco importa. Se tratará simplemente de la otra cara de la misma moneda, la cara donde nosotros consumimos lo que nos indican que debemos consumir, la cara donde otros son quienes construyen la realidad que habremos de habitar, la cara que garantiza que sean los privilegiados quienes siguen siendo privilegiados y construyendo realidades cuya realidad resulta inaccesiblemente inaccesible para el resto del resto de nosotros, para esta suerte de arrendatarios y deudores de la existencia. Los demás, que son los menos, podrán seguir jugando con esa suerte de plastilina que, en sus manos, es la existencia, realizando montajes, videos, noticias, campañas que definan las reglas y el encuadre de este mundo en el que nos movemos.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

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