A riesgo de perder las certezas que le dan certeza a la certeza de que unos deben ser los dominantes y otros los dominados, nada ni nadie debe ponerse por delante y/o encima de la ley. No sólo porque no apegarse a las leyes que fueron consagradas por gente consagrada y asentadas en libros asentados, es propio de bárbaros y salvajes, sino porque esas leyes fueron creadas más que por capricho, para defender el derecho al capricho y los privilegios de la caprichosa clase privilegiada.
Atentar en su contra, y anteponer a ellas, valores y conceptos tan superfluos como ambiguos, como la justicia, el pueblo, la democracia, la autoridad política, la autoridad moral o la libertad, es no entender que no se entiende que nunca se ha entendido que las leyes no necesitan ser legitimas para ser legales, y que su peso emana de su legalidad, sin importar cuan abominables e inhumanas resulten. Poner en tela de juicio el carácter sacro de las leyes, establece precedentes que atentan en contra de la existencia misma de la sociedad en su conjunto. Si aceptamos tamaño sacrilegio, el día de mañana los menos ―los que menos valen― buscaran imponerse a los más ―los que más tienen.
Y no se confundan, no estoy proponiendo que nos liberen de la libertad para defender a una periodista estadounidense de quien el presidente, Andrés Manuel López Obrador, divulgó datos personales. No. Si el mundo entero tiene o no el teléfono de dicha periodista es un tema menor que me preocupa poco. Lo verdaderamente preocupante es el hábito que parece cada vez más arraigado en la clase social de los desclasados, de dignificar su existencia a pesar de que las leyes claramente establecen es que no pueden hacerlo. Eso de contestarle al tu por tu y de igual a igual a los poderes fácticos, no solo es de muy mal gusto, sino que sienta un pésimo ejemplo al resto de la ciudadanía que se sentirá con el derecho a insubordinarse como si fueran quien para hacerlo. Desde luego que la ley no fue creada pensando en ellos. Por supuesto que la ley se escribió para garantizar que el orden social se mantenga ordenado e inmóvil. Claro que la ley existe para amarrar de manos a las fuerzas populares y garantizar que ningún cambio tenga la profundidad necesaria para ir más allá de la renovación de un par de colores en los comunicados estatales. Nada de eso es nuevo, deberían estar acostumbrados y dejar de quejarse al respecto. Respeten lo que por mandato divino se les ha indicado que deben respetar, hay cosas que no deben tocarse.
Es necesario que los prohombres PRIistas, PANistas y PRDistas que se niegan a separarse de sus fueros y dejar de vivir del erario, y se niegan a ceder espacio a mujeres de sus mismos partidos, redacten tan rápido como les sea posible y con la urgencia de la urgente situación que vivimos una serie de leyes o una Ley Nacional que degrade a su degradante nivel a la justicia, el pueblo, la democracia, la autoridad política, la autoridad moral y la libertad, al punto de prohibirlas para liberar a los mexicanos de su pesado yugo. Urge declarar que los mexicanos son súbditos que no pueden aspirar a la justicia, la democracia o la libertad. Legislar en contra de todo aquello que permita argumentar ―en especial si esa argumentación es verdadera― que la ley es ilegítima. Legislar para que resulte imposible demostrar que le ley está al servicio del quietismo sociopolítico. Legislar en contra de aquellos, valore, conceptos o principios que mueven a los seres humanos a moverse para transformar su realidad.
Entrados en gastos
No hay forma de detener a las hordas de barbaros y salvajes, si no es desterrando la idea de dignidad del imaginario colectivo, y fortaleciendo la divinidad de lo legal. Envalentonados por el voto masivo que encumbró a Andrés Manuel a la presidencia, el pueblo (espero que esta sea la última vez que profiera dicha palabra, espero que pronto sea prohibida) ha creído en la absurda idea de transformación que AMLO les vendió y busca llevar esa transformación a un punto que les permita vivir dignamente. Inconsciente de que la vida digna es solo para quienes la heredaron y una zanahoria para que los menos afortunados vivan persiguiéndola toda su vida. Es necesario, para preservar los valores de la justicia, la democracia y la libertad, que se legisle en contra de la justicia, la democracia y la libertad, que se salvaguarde dichos valores en un museo donde todos podamos contemplarlos, pero nadie pueda poner en riesgo nuestra existencia, haciendo uso de ellos.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
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