La reciente liberación de Israel Vallarta después de ser absuelto y haber permanecido por casi 20 años sin sentencia, deja en claro la corrupción que ha existido en el poder judicial durante décadas. Este ha sido un caso emblemático de como se manipuló la justicia, dónde se involucraron intereses económicos con la participación de las televisoras actuando como verdaderos cómplices de autoridades corruptas de ese tiempo, un ejemplo de como se maneja la justicia en nuestro país.
Un poder que a partir del próximo 1 de septiembre será renovado, al que se le espera un arduo trabajo para demostrar que ya era indispensable la actualización en la forma de impartir justicia. Será un verdadero reto para los nuevos miembros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el incorporar su sello propio en la toma de decisiones en favor de la legalidad y la impartición de justicia verdadera.
La herencia maldita que deja la actual presidencia de la Suprema Corte enquistada en el proyecto neoliberal, será un lastre que se deberá de buscar eliminar a corto plazo, aún cuando solo la mitad de los cargos en el poder judicial hayan sido procesados.
No podemos esperar que las cosas cambien de manera radical como es lo deseable, pero el reto para los nuevos miembros seguramente será un aliciente para demostrar que el pueblo tiene el poder de cambiar su forma de gobernar en beneficio de las mayorías y no solo de un puñado de oligarcas que son los que se beneficiaron durante décadas teniendo el control dentro de los poderes constitucionales.
Será importante dar seguimiento y apoyo a los nuevos miembros responsables de impartir justicia, sabemos que habrá resistencia por parte de muchos involucrados, sobre todo en casos de corrupción que tanto daño hacen al movimiento de la cuarta transformación.
Es importarte que entiendan los actuales funcionarios y servidores públicos que el próximo poder judicial fue elegido por el pueblo y debe rendición al pueblo.
Será cumplir con el objetivo principal del presidente Obrador “Acabar con la corrupción”.