Las mentiras de la señora

La conozco: sé que goza y nada en la mentira como un pez en el agua.
Pero no le proporcionaré ese placer. Romperé la red de mentiras
en que quieran envolverme… Todo antes que la mentira y el engaño.

León Tolstói, Anna Karenina.

Tal y como tuvo que incorporarse una sección en las mañaneras para desmontar las mentiras de la semana, ya va siendo hora de que, con cierta frecuencia, tengamos que hablar de las mentiras de la señora. Me refiero a las trolas que, persistente, entre vacuidades, metidas de pata, dislates y risotadas lelas profiere a la menor provocación, o sin provocación siquiera, la señora Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, la desinflada candidata del muégano prianista. 

La abanderada del conservadurismo no se destaca por sus dotes creativos, así que no nos enfrentamos a una plétora de embustes variados, sino más bien a la reiteración machacona de una ristra de chapucerías más o menos fijas. La mitomanía de la panista se expresa ligada a un combito exiguo de obsesiones: una autoproclamada identidad indígena avalada a punta de huipiles de marca, su presunto izquierdismo de trotskista de Polanco arrepentida, una dizque excelencia ingenieril certificada vía copy-paste, el cuento de la mujer que viene desde lo más recóndito del mismísimo México profundo —no se rían, eso dijo—, la supuesta frescura reducida a echar chingaos y aceptar cotidianamente que la “pendejió”, su imposible no filiación a ningún partido y su consecuente adscripción a esa entelequia que la derecha llama “La sociedad civil”, su juventud de sexagenaria, la pretendida defensa apasionada por las energías limpias desde la trinchera de los negocios sucios, su aspiracionismo embozado de espíritu empresarial, y un no muy nutrido etcétera.

Ahora, las faltas a la verdad de la señora no sólo no son ni muy creativas que digamos ni muy variadas, sino que también, en su enorme mayoría, tienen que clasificarse como intentos de engaño. Porque vale la pena recordarlo: hay de maneras a maneras de espetar afirmaciones que no corresponden a la verdad.

Un engaño no es lo mismo que un error. Si alguien te dice algo que sinceramente piensa que es cierto, a pesar de que no lo sea, a pesar de que no sea verdad, no podríamos decir que esa persona esté mintiendo. Un ejemplo: si cualquiera de nosotros viajara en el tiempo y el espacio para darnos una vuelta por Tesalia a mediados del siglo V a. C., y pudiéramos preguntarle a Hipócrates de Cos qué provoca la gripe, el señor, a quien en Occidente consideramos padre de la medicina, respondería que la gripe la causa un desequilibrio entre los cuatro humores del cuerpo. Nosotros sabemos que eso no es verdad, sabemos que la gripe la produce el virus de la influenza. Con todo, ¿podríamos decir que Hipócrates miente? No, porque Hipócrates estaría contestando lo que él piensa que es verdad.

La cosa cambia si una persona sabe que lo que está diciendo no es una verdad fáctica, es decir, si suelta una mentira a sabiendas de que lo está haciendo. Por ejemplo, si yo ahora mismo me pongo lúgubre y te digo que vengo del más allá ya que morí ayer, entonces hay de dos: si yo realmente pienso que es verdad que estoy muerto, pues seré un hombre afectado por el Síndrome de Cotard o Delirio Nihilista, un enfermo mental, pero no un mentiroso; sin embargo, si sé que estoy vivo, pues estaré queriendo pasarme de vivo, tratando de tomarles el pelo, de engañarlos. En este caso, decimos que la persona miente toda vez que expresa algo contrario a lo que sabe, piensa o siente. Y no agrego “o cree” porque eso es harina de otro costal: la sentencia “Dios existe” es una creencia, una fe, que no puede clasificarse como verdad o mentira.

Las mentiras que dispara cual metralla bien aceitada la señora Gálvez no son creencias, tampoco errores, son embustes, trolas, intentos de engañar a la gente. Por ejemplo, el fin de semana, en su eventito en el Monumento a la Revolución, la candidata del PRIAN a la Presidencia de la República, entre olvidos, guasas y risitas nerviosas, afirmó que ella “apoyó” que los programas del bienestar de la 4T quedaran protegidos como un derecho constitucional, cuando es un hecho fáctico que el PAN en pleno votó en contra. Otro garbanzo de a libra: la señora Bertha Xóchitl gritoneó el domingo que su padre le enseñó el valor del trabajo…, el mismo padre que ella misma ha dicho que era un señor que, por borracho, no trabajaba y la mantenía a ella y a su familia en la pobreza…, hasta que ella comenzó, claro, a vender gelatinas. Una más: también el fin de semana, en el mismo discurso, la señora X sostuvo:

Como suele ocurrirle, la palmaria contradicción encuera sus mentiras. Lucha en contra de la corrupción y es la candidata del PRI. Dice que es feminista y es la candidata del PAN. En fin…

Resulta muy fácil evidenciar las mentiras de la señora. Conforme avance el proceso, si la derecha se empecina en la estrategia de la autoflagelación y la deja como su candidata, las mentiras de la señora serán más y más descaradas. Hay muchos quienes juzgan que lo mejor es no hacerle caso, no prestarle atención… Discrepo. Me parece que hoy nos toca a nosotros enfrentar su mendacidad. Quiero decir a la ciudadanía responsable, entre otras cosas, porque parte del riesgo es que la única opción seria que se presentará a la contienda, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, tenga que perder tiempo en tonterías. Ojalá que no. Ojalá que la candidata de Morena no tenga que atender mentiras y guasas. Ojalá que el contrapeso ciudadano sea suficiente, como hasta ahora lo ha sido. 

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

Salir de la versión móvil