Las condiciones de la violencia en Guanajuato

Los logros materiales (el Tren Maya, el AIFA, Dos Bocas) e inmateriales (la revolución de las conciencias, la vida pública cada vez más pública) de la 4T son innegables.

Una a una, las pálidas banderas enarboladas por la oposición han caído en el descrédito: el mar que cambió de color 1, el uso de rieles oxidados en el Tren Maya 2, el AIFA que no se terminaría y menos entraría en funciones 3. Mentiras todas ellas a las la oposición se ha agarrado como a un clavo ardiendo para evitar que su caída sea todavía más estrepitosa.

Pero la maldad no descansa y los mentirosos amanecen todos los días pensando en una nueva patraña. En una de las más recientes, está la de culpar a la 4T por la violencia que aqueja al país. Está el caso de una reportera que con una actitud ordinaria encaró al presidente López Obrador en una conferencia mañanera con un reclamo donde destacaba esa violencia. O el de un minúsculo grupo de jóvenes encabezados por peones panistas que afuera de Palacio Nacional lanzó el grito de “¡Nos están matando!” luego de que en Guanajuato (¿en dónde si no?) un grupo armado masacró a once asistentes a una posada.

Guanajuato, el estado violento donde el gobernador Diego Sinuhé Rodríguez se considera apto para enfrentar a los criminales junto a su equipo que ha dado muestras claras de su ineficiencia para atender el problema 4. La realidad afirma lo contrario a lo que cree el gobernador, según las estadísticas que proporciona Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana.

La gubernatura del estado de Guanajuato fue entregada al PAN en 1991, dentro de la política de “concertacesiones” emprendida por Salinas de Gortari para sumar aliados –o por lo menos debilitar a los renuentes- a su proyecto neoliberal, privatizador y saqueador por naturaleza. Desde entonces, el panismo proyectó al estado como un ejemplo de buen gobierno. Pero nuevamente es la realidad la que desmiente esa presunción. Por un lado, es cierto, hay atracción de inversión extranjera al corredor industrial León – Silao – Irapuato – Salamanca – Celaya. Pero las cifras de desarrollo humano no son alentadoras. Una investigación del portal Zona Franca 5 señala la “marcada desigualdad en la calidad de vida de los pobladores, dependiendo del municipio en el que vivan. En algunos como León, Celaya e Irapuato se reportan un alto Índice de Desarrollo Humano (IDH), mientras que otros como Xichú, Atarjea y San Diego de la Unión no llegan ni a los niveles mínimos”, y afirma que “los municipios de Guanajuato lograron un promedio de 0.732, el cual está entre los más bajos del país, ya que ocupa el lugar 26 nacional”. Nada de que enorgullecerse.

La investigadora Viri Ríos encontró que “En los últimos cinco años, León ha creado 6.7 pobres cada hora hasta acumular 294 mil. Esto lo ha convertido en la ciudad que más pobres tiene en México (817 mil). León es hoy un cinturón de pobreza mayor que Ecatepec, Puebla o Iztapalapa (CONEVAL 2015-2020)” 6.

El descuido a la población evidenciado por estas cifras, el desinterés por generar, fomentar y promover políticas públicas en materia de trabajo, deporte, cultura y recreación suman y actúan en favor de la violencia. Apoyar al deporte no significa patrocinar al equipo profesional de béisbol Bravos de León, como lo hace el gobierno del estado, sino promover las actividades físicas entre niños y jóvenes como un medio para alejarlos de conductas de riesgo. Los empresarios no deben estar por encima de la población. “Abrazos, no balazos”, aunque le duela a la oposición, donde “abrazos” significa atención a los jóvenes, salud, educación.Ya basta de culpar al gobierno federal de las culpas estatales y achacarle la responsabilidad a quien está haciendo todo lo posible por superar esta condición de violencia. “La paz es fruto de la justicia”, ha dicho en reiteradas ocasiones el presidente López Obrador. Pero donde hay carencia, desinterés por la gente y explotación al trabajador difícilmente puede haber paz. Guanajuato lo demuestra.

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