La presencia del pueblo

Para el sistema priista que gobernó durante setenta años este país, los ciudadanos éramos nadie, nada y ninguno al mismo tiempo. Los panistas no les fueron a la zaga en el ninguneo cuando les tocó su turno en el gobierno. Se dedicaron en cuerpo y alma a satisfacer su corrupción y tampoco tuvieron tiempo ni deseos ni espacio para pensar en el pueblo. Nunca, nadie, consideró que éramos ciudadanos.

Ciudadanía para qué, si el sistema dependía de la inexistencia de la gente, de su silencio, de su inactividad política, de su miedo, de su desidia, de su desencanto. La gente tenía más que suficiente con participar en las votaciones cada tres o cada seis años. Y si los votantes se ponían exigentes, pues ni modo, a robarse las urnas, a resucitar muertos para hacerlos votar, a tomar alcaldías, y llegado el caso, con pena y todo, a masacrar a los protestantes, como sucedió en León el 2 de enero de 1946. La cereza en el pastel del fraude: el robo cínico de la presidencia de la república a manos de Felipe Calderón y quienes decidieron que él fuera presidente.

El pueblo todo lo aguantaba.

Aguantaba sindicatos que simulaban defender los intereses de sus agremiados, quienes en muchos casos ni siquiera estaban enterados de su pertenencia al sindicato. Las declaraciones escandalosas de Fidel Velázquez (esto para los más jóvenes: líder eterno de la CTM, organización del PRI con la que se controlaba a los obreros) sobre paros nacionales para defender el salario eran sólo la antesala a la firma de los “pactos de solidaridad económica” con los que el gobierno de Miguel de la Madrid cargó el peso de la crisis económica sobre los obreros.

Aguantaba a la prensa –llamarle así es un acto de compasión- que anualmente se formaba en la fila del besamanos al presidente para que el poderoso tomara nota de su rastrera lambisconería y se acordara de ellos allá en el cielo donde se guardan los billetes. El presidente Miguel Alemán escogió el día 7 de junio para que se le rindiera ese homenaje y todavía tuvo la caradura suficiente para llamarlo Día de la Libertad de Expresión.

Aguantaban los campesinos agrupados en la CNC (el PRI en acción manejando a los trabajadores agrícolas) que viajaban enjaulados en la camioneta de redilas, paraditos y apretados como cigarros en cajetilla, para ir a echarle porras al candidato priista. Y si este Filogonio no va al mitin con los demás muchachos me le suspendes la entrega de fertilizante hasta nuevo aviso, ¿no ves que tenemos que quedar bien con el mero mero ‘ora en las elecciones porque yo como comisario ejidal dependo de este señor?

Boleros (aseadores de calzado), paleteros (modestos vendedores de paletas heladas) y barrenderos aguantaban que los integraran en la CNOP (la organización priista para manipular a quienes no eran ni obreros ni campesinos) a cambio de que los dejaran ejercer su humilde labor. ¿No quiere estar en la CNOP este pinche bolero? Pues no puede dar grasa aquí en el jardín, ¡órale, a volar!

Aguantaban maestros, telefonistas, petroleros, electricistas, médicos y trabajadores del sector salud, burócratas, académicos, administrativos, y hasta trabajadores de “biológicos y reactivos” (a saber la labor que desempeñen estos, pero tienen su sindicato en calle Amores 1240, colonia Del Valle, CDMX).

¿Cómo iba a haber ciudadanos que exigieran sus derechos en este sistema asfixiante? Y menos aún exigirles cuentas a los corruptos que saqueaban impunemente el erario. 

Casi seis años de transformación han cambiado radicalmente el escenario y ya no es tan sencillo para los gesticuladores engañar al pueblo. Se acabó el carnaval cuando se les cayeron las caretas a los pasquines inmundos, a los organismos “autónomos”, a la Suprema Corte de Justicia, a los opinadores a sueldo, a los científicos incapaces de generar una sola patente pero buenos para sangrar al presupuesto.

Su buen trabajo le costó al pueblo probar su existencia. Pasó por marchas, mítines, represiones, asesinatos, protestas, fraudes electorales. En pocas palabras, “han sido miles de plazas públicas en todos los municipios del país, donde aún se escucha el eco de las causas justas que hemos defendido” afirmó la secretaria de Gobernación Luisa María Alcalde en el festejo por el quinto aniversario del inicio de la 4T. El pueblo existe y no está para ser negado o ninguneado. La 4T asegura que “la revolución de las conciencias no permite marcha atrás”. Y así es como están las cosas.

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