La política vulgar

En México hemos tenido ejemplos de políticos que surgen de la nada, creados mediáticamente, diseñados a modo para los intereses de la oligarquía. El mejor ejemplo de ello es Enrique Peña Nieto en México o el caso del precandidato a la presidencia Javier Milei en Argentina, personajes que dicen y actúan de la forma en que esperan escuchar y ver los detractores de los movimientos de izquierda o del progresismo social. En ocasiones, estos se mimetizan, sus estrategias se enfocan en minimizar la importancia de la izquierda y dentro de sus medidas más exitosas están el de hacer que a la sociedad se les olvide la historia, suelen “partir de cero y mirar hacia adelante”, sobre todo la historia que los involucra a ellos, a su partido o a sus coordinadores de campaña en actos de corrupción. 

Nada más falso es el diseño de un candidato a un puesto político, incluso se han diseñado cursos y diplomados (en el ITAM, por ejemplo) de Marketing Político para poder ver al candidato como una mercancía y tratarlo como tal, viendo al ciudadano como un consumidor y a la arena política como un mercado. Es de esta manera que sí el votante quiere que el precandidato se vista de payaso (o utilice una botarga de dinosaurio), este lo hará, o si quiere que este cante corridos, ande en bicicleta, se tire de un paracaídas o vaya a la villa a orar, entonces este lo hará. El Marketing Político no es más que otra de las caras del economicismo que ve en todo acto social un fenómeno marginalista al fiel estilo de la economía neoclásica, sí, esa escuela de pensamiento que sirve de base para la ideología del neoliberalismo.

Es de esta manera en que los candidatos salen a la calle a venderse al mejor postor, en este sentido la moneda de cambio no es tanto la afiliación al partido o que se conmine con la propuesta política (si la hay), tampoco que le guste el candidato o lo atrape su carisma, tampoco que lo convenza de algo en particular, al final del día el interés primordial es la moneda de cambio en la que se convierte el voto en las urnas. Así, un candidato falso en su actuar e incongruente suele ser traicionado por su naturaleza y en actos de campaña suelen salir a la luz sus peores y bajos instintos antidemocráticos.

La naturaleza los traiciona, un falso candidato siempre se encuentra en dilemas, las campañas y precampañas suelen ser muy desgastantes porque siempre se encuentran al filo de la verdad y de la falsedad, es por eso que los conservadores de derecha electos suelen ser unos magos y profesionales de la mentira, la deshonestidad e hipocresía suele ser su especialidad y pueden dar la cara sin tapujos proponiendo, por ejemplo, crear nuevamente una refinería en Tula, Hidalgo o volver a construir los puentes nunca construidos, o poner las carreteras que nunca construyeron y que prometieron, es decir, sin vergüenza ni mesura alguna suelen hacer las mismas promesas de siempre, claro, con los mismos propósitos de siempre: lucrar con la necesidad de la gente.

Es en esta dirección que se crean supuestas agendas de gobierno que buscan atender las demandas ciudadanas, lo de siempre, creación de hospitales, escuelas, brindar seguridad a la ciudadanía, hacer caminos, puentes, drenajes, etc., todo aquello que le aqueja al ciudadano común y que lo separa de un mayor sendero de bienestar, para él y su familia. El falso candidato emplea esta política vulgar lucrando con la necesidad y el dolor de la gente (se vuelve experto en la manipulación del odio y del miedo), trafica con sus carencias, con su miseria, con la escasez de recursos que lo envuelven y manipula esa necesidad para traducirla en una promesa de cambio. Al PRI esta narrativa le funcionó muy bien por casi un siglo en el gobierno, al PAN también, su careta de cambio logro perpetuar y consolidar de forma más descarada este contubernio entre el PRI y el PAN, lo que ha dado origen a lo que hoy se conoce como el Frente Amplio por México. 

¿Cómo poder distinguir un falso candidato de un candidato genuino? Primeramente, el falso candidato se auxilia de la política vulgar para obtener lo que busca, su pensamiento raya en un maquiavelismo político en el que se sostiene que “los fines justifican los medios”, deja a un lado su dignidad y puede hacer a un lado sus principios, sus valores y su imagen por una simple cuota de poder, es ambicioso, avaricioso y altamente corrupto, se dice “jugar el todo por el todo”, sin el mínimo recato de prudencia o de respeto por sus contrincantes, no es estratega sino que actúa bajo consigna, obedece a intereses personales pero dirigidos por intereses oligarcas en los que comúnmente están involucrados políticos, empresarios e intelectuales (nacionales y/o extranjeros) a favor del régimen conservador. 

Esta política vulgar no sólo se da en México, es una característica de todo sistema político en el mundo con sus diferentes matices, algunos más descarados que otros. La distinción entre el falso candidato y el candidato genuino va más allá de elementos superficiales (que es lo que más resaltan los medios de comunicación porque se le da mejor al candidato bizarro y postizo) como la forma correcta de caminar, de sentarse, de vestirse, si ríe de un lado o de otro, si es de color o es blanco, si come con cubiertos o con la mano, en términos generales si cumple o no con lo que dicta el Manual de Carreño de la buena conducta y los buenos hábitos. De hecho, es algo muy curioso porque si miramos al pasado, en cada gobernante encontramos que cumplen con el Manual de Carreño a la perfección, por ejemplo, los expresidentes se ven como hombres impolutos, pulcros, serios, inteligentes, educados, todos muy bonitos por fuera, pero deshonestos, hipócritas, rastreros, cleptómanos, inhumanos por dentro, como dice el dicho, no han sido más que “sepulcros blanqueados”, lindos por fuera, pero putrefactos por dentro. 

Cada país tiene su ejemplo de falso político (Salinas en México, Uribe en Colombia, etc.), muchos de estos se han quitado la máscara llegando al poder y se les ha tenido que soportar por todo un periodo de gobierno, la ciudadanía y todo un país completo ha tenido que soportar un gobierno de falsedad. El falso candidato, dado que no tiene ideales y carece de principios (recordemos a Vicente Fox), se debe a quienes lo pusieron en el poder, por lo que, como dicta la historia, una vez llegando al poder suele pagar con dadivas, puestos públicos, contratos, etc., cada uno de los apoyos recibidos en su campaña.  Es de esta manera en que se consolida una transacción política, de un voto por un candidato, es por ello que se tiene que tener cuidado con los falsos candidatos y definir claramente lo que se entiende por un candidato genuino, en principio, diciendo que este nunca se rebajará a tomar como bandera la política vulgar

Decimos que el candidato genuino no aparece en la arena política de la nada, de forma espontánea, no surge porque de bote pronto haya tomado un puesto público y ahora quiera ser presidente, no es tan así. Un candidato genuino, por respeto a sí mismo y por el reconocimiento que ello merece, lleva sobre su espalda años de lucha, décadas de refrendar sus ideales día con día, en distintos momentos del tiempo, lo mismo en las turbulencias que en los buenos momentos, de hecho brilla más en tiempos de tempestad y oscuridad, es congruente consigo mismo y con sus principios rectores, su vida misma se alinea a sus ideales, de hecho coloca sus ideales por delante de su propia vida, es por eso que muchos de los candidatos genuinos, verdaderos políticos, han perdido la vida en defensa de sus principios y de sus ideales (recordemos a Colosio o a Lucio Cabañas). 

Un candidato genuino se ve superado por el interés del colectivo (recordemos a AMLO cuando dice “yo ya no me pertenezco”), supone que su lucha es la lucha de todos aquellos a quienes representa, por lo que no claudica o vende su propuesta al mejor postor o regatea sus propósitos, no es así, el político verdadero que es un candidato genuino da la pelea en la esfera social, no en lo “oscurito”, expone sus propuestas no en un gabinete o en un centro de convenciones, no, lo hace a foro abierto, en las calles, con  la gente, en lugares comunes, con el pueblo, en kioscos, plazas públicas, en camiones, sindicatos, escuelas, visita las universidades, tiene un dialogo franco y sincero con la población, suele ser un ciudadano ejemplar, recto, honesto, valiente, con alta calidad moral para poder hablar sin tapujos y de cara a la corrupción y a la deshonestidad. 

Un candidato genuino tiene una propuesta de campaña que ha construido a lo largo de toda su vida política, desde su origen hasta el día de su candidatura, su propuesta no es más que una extensión de su naturaleza, de lo que él o ella es en realidad, de lo que lo conforma. No hace propuestas de campaña al vapor, por obedecer a una moda o a alguna tendencia política, no, la construye con base en el conocimiento de su pueblo y de su gente, tiene un fundamento social y nacional, no viene de afuera esa propuesta, no la dictan los organismos internacionales o las corporaciones, es una agenda del pueblo y para el pueblo, por ejemplo, es una agenda que antecede el desarrollo al crecimiento económico, que antecede el bienestar humano a la riqueza o a los bienes materiales, va más allá de un bienestar meramente económico o simplemente tecnológico, por el contrario, es una propuesta integral que privilegia el bienestar físico, humano y espiritual.

Hasta aquí hemos hablado de dos características que distinguen a un candidato genuino de un falso candidato, mientras que uno se va por una política de nivel, el otro opta por una política vulgar, mientras que uno privilegia la democracia, otro opta por mantener un régimen de gobierno oligarca y de simulación, son dos propuestas diferentes que se acompañan de candidatos diferentes. Todo candidato se acompaña de su agenda de gobierno, de su propuesta de desarrollo y esta va respaldada de un tercer elemento que consta de saber quiénes están detrás de todo esto, quienes lo apoyan y son su soporte, no solo del candidato, sino de su propuesta. Por ejemplo, Va por México y el Frente Amplio por México han montado un show para supuestamente registrar “posibles “candidatos y “abrirse” a la ciudadanía reflejando hipócritamente apertura y pluralidad, candidatos que hacen efectivo su derecho de participar pero que carecen claramente de historia y de propuesta de campaña. Estos son los mejores ejemplos de falsos candidatos, detrás de este grupo de políticos vulgares esta la clase empresarial y los intereses de la oligarquía y del conservadurismo.

Al falso candidato lo elige la cúpula de poder, no el pueblo, sus mecanismos o métodos de selección son opacos y poco transparentes, es desde su origen el resultado de la mentira y el fracaso. Se basan en el engaño y articulan bien sus palabras, pero lo que impera en su narrativa son las falacias. Por su parte, al candidato genuino lo elige el pueblo, la gente, se apega a procesos democráticos de selección, son transparentes y honestos en su elección y en su selección. Es por ello que AMLO ha insistido en distinguir el bloque de derecha del bloque de izquierda con la idea de que representan dos proyectos de nación diferentes y contrapuestos. Hoy el candidato o candidata a la presidencia para el 2024 no solo requiere ser genuino, con una larga trayectoria de lucha y de historia, congruente, con una propuesta de desarrollo a favor del pueblo, que le dé continuidad a la cuarta trasformación y que luche de forma incansable por consolidar el proyecto de nación del presidente Andrés Manuel López Obrador. 

AMLO es un claro ejemplo de candidato genuino, cumple lo que promete y hasta el día de hoy sus ideas como sus actos se corresponden, pregona con el ejemplo, siempre ha sido un hombre de lucha y ha seguido adelante, sin apego al poder ni al dinero, un verdadero mexicano, nacionalista. Hoy nos dice AMLO que hay relevo generacional y los futuros candidatos deben definirse entre seguir siendo candidatos genuinos o quitarse la careta. 

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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