Miras esa fotografía en el sitio web de La Jornada. Es de la agencia de noticias AP y fue tomada el 23 de julio pasado. En la imagen aparece de perfil, casi de espaldas, un niño de dos años. Yazan Abu Ful lo único que ha visto en su vida, tan breve como un grano de arroz, es la asquerosa e instantánea luz de la guerra; lo único que ha escuchado ha sido el estruendo de las bombas, el ruido de los aviones, y no ha sentido más que el miedo y el dolor del hambre. Sin embargo, paradójicamente, ha tenido la suerte de vivir ahora en un campo de refugiados de Shati, en la ciudad de Gaza; bueno, si los heraldos negros de Netanyahu no disponen otra cosa.

Miras el video que por WhatsApp te envía tu amiga Tania. “Tú no eres chillón, pero, por cualquier cosa, prepárate para llorar”, me escribe. “No me conoces. Lloro hasta con las películas de perritos”. “Este video me partió”, me dice. En él, una niña palestina pide la llave de su casa que ha sido destruida por soldados israelíes. “Urid almiftah”, dice. “¿Para qué quieres la llave?”. “Quiero guardarla como recuerdo de mi casa”. La hermosa pequeña llora mientras entre las ruinas dos hombres jóvenes cargan una losa. Luego mira al horizonte como si tratara de encontrar allá a lo lejos un mundo mejor, con casa, en paz. La cámara, la niña palestina, la rabia de mi colega y la mía esperan que todo esto termine.

Más de 60 mil seres humanos han sido asesinados en Palestina, casi 150 mil personas han sido heridas, más de 70 mil se han quedado sin vivienda y cerca de dos millones de personas están siendo desplazadas. “Gaza se muere de hambre: Llamados de auxilio en medio del bloqueo”. Así titula en su nota principal el boletín Mirada global. Historias humanas de la Organización de las Naciones Unidas. “Un florero”, decía de la ONU Andrés Manuel López Obrador: “Lo único que hace es tomar partido y enviar armamento en las guerras. Si todo ese dinero que utilizan para armamentos, que solo beneficia a la industria bélica y que causa muerte y destrucción, se utilizara para el desarrollo de los pueblos, para garantizar oportunidades de trabajo, de estudio, estaríamos viviendo en un mundo más fraterno, más justo, más humano”.

Te detienes en otro video que en redes ha circulado por todas partes. En él un grupo de mujeres y hombres adolescentes rechazan unirse al ejército israelí para hacer el servicio militar a pesar de que tendrán que ir a la cárcel. Se trata de objetores de conciencia que públicamente queman sus papeles de reclutamiento. “Me negué porque no voy a ser parte de un genocidio en Gaza, no se puede permanecer en silencio. Nunca más”, dice un joven. 

Lees en la prensa: Alex de Waal dice que la hambruna no es solo “la experiencia individual del cuerpo consumiéndose”, sino también una “experiencia colectiva de deshumanización”. De hecho, el académico asegura que la hambruna en Gaza es totalmente provocada.

Para el escritor israelí David Grossman, la palabra “genocidio” ya no puede evitarse. El gobierno israelí está perpetrando un crimen contra la humanidad. El escritor vivo más valorado en su país se hace la misma pregunta que muchos de nosotros: “¿Cómo hemos llegado hasta aquí? El solo hecho de pronunciar la palabra ‘genocidio’ con referencia a Israel, al pueblo judío, el simple hecho de que se pueda hacer esta asociación, debería bastar para darnos cuenta de que algo muy malo nos está sucediendo. […] La ocupación nos ha corrompido. La maldición de Israel comenzó en 1967. Hemos sucumbido a la tentación de nuestro poder absoluto”.

Observas con detenimiento una entrevista en el canal de YouTube de Los Periodistas. Ari Volovich, escritor y periodista nacido en Jerusalén, le comenta a Álvaro Delgado y a Alejandro Páez Varela que en Israel los palestinos no eran vistos como personas. Eran siluetas o gentes en segundo plano, pues había una negación en torno a su existencia. 

“Me acuerdo de una anécdota: estaba en un asado en casa de mi tía en Ashdod, la ciudad donde yo crecí, que está muy cerca de Gaza, y estaban bombardeando por enésima vez a la población gazatí. Nosotros sentíamos las olas expansivas de los bombardeos y yo le preguntaba a mi tía: ‘Oye, ¿no estás escuchando esto?’. ‘¿De qué me hablas? Es el viento’. (…) No existe Gaza. (…) No se dibuja al palestino como una persona”.

Ari Volovich habla del asesinato de Isaac Rabin y la consecuente fuga de las mentes cuando la disidencia intelectual de Israel se fue para todos lados diciendo que “esto ya no tiene solución”, y advierte que ahora “demográficamente, los religiosos y ultrarreligiosos están al siete por dos en relación a los laicos. ¿Por qué no hay una disidencia grande? Tiene que ver con la fuga de las mentes de los años noventa”. El periodista, escritor y cronista termina diciendo con todas sus letras la palabra para muchos negada: “Esperemos de verdad que este genocidio termine pronto, por favor”.

Piensas en el genocidio, en la desaparición (mal llamada ocupación) del Estado palestino por la fuerza de Israel y sus aliados…, pero ahora solo intentas dormir.

https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/08/01/mundo/la-palabra-genocidio-ya-no-puede-evitarse-dice-el-escritor-israeli-david-grossman

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