La corrupción neoliberal, en lo oscurito

El presidente López Obrador ha invitado desde las “mañaneras” a investigar cuándo, dónde y cómo, durante la larga noche neoliberal, se mencionó a la corrupción como el principal problema del país, si es que hubo tal mención en medios. No se conoce investigación que responda a la iniciativa presidencial.

Hay sobrante de novelas, reportajes y series de televisión cuyo tema es el narcotráfico, ¿pero por qué a pocos o a nadie se le ocurrió indagar sobre la corrupción en los sexenios del prianato (1982-2018), que produjeron verdaderas comaladas de nuevos ricos? ¿Juzgaron que no era un tema atractivo? ¿Que no vendía como sí vendía el relato de las accidentadas y monótonas vidas de los capos: empezar desde abajo, encumbrarse, deshacerse de rivales a sangre y fuego, conquistar una plaza, caer? ¿O es que sí hubo revistas y periódicos y libros que publicaron indignados reportajes sobre la entrega de los bienes públicos a precio de remate al puñado de particulares que gobernó a México?

Con honrosas excepciones, como las de Olga Wornat o la revista Contralínea, nadie habló sobre las “factureras”, o las evasiones fiscales o las condonaciones de impuestos que nada más de 2007 a 2018 sumaron 400,902 millones de pesos, o la entrega en concesión del 40% del territorio nacional, o el criminal pacto del gobierno calderonista con el narcotráfico que mantiene en prisión en Estados Unidos a quien fue el secretario de Seguridad Pública del presidente espurio? En serio, ¿nadie supo nada sobre el saqueo ni sobre el contubernio?

Pongamos un ejemplo de esa ceguera analítica, real o ficticia, el de la doctora Rossana Reguillo, quien escribe sobre los efectos del neoliberalismo: “La pobreza, las precarias condiciones de salud, la falta de escolaridad, el desempleo, la violencia y la inseguridad pueden (“pueden”, dice, porque no hay seguridad de ello) ser leídos como síntomas graves del repliegue del estado que abandona a su suerte a los más vulnerables”. (Horizontes fragmentados. El desorden global y sus figuras. ITESO, 2005, p. 48). Este párrafo, sin quitarle ni agregarle una coma, podría encontrarse en cualquier libro sobre el tema escrito diez, veinte, treinta o cuarenta años antes, porque no agrega nada a lo sabido. Falta, en cambio, el tema de la corrupción, que es la causa eficiente de las desventuras sociales enumeradas por la doctora. Sobre la corrupción, ni media palabra.

Otro ejemplo. Federico Reyes Heroles escribe “(…) la corrupción no sólo es un problema moral o ético sino un grave obstáculo para el desarrollo de las naciones. La corrupción, además, es un fenómeno (…) que debe ser evaluado, medido y expuesto, sin ningún tipo de consideraciones políticas”. (Entre las bestias y los dioses. Océano, 2004, p. 67). Correcto y plausible diagnóstico sobre el problema que engendra la corrupción, y la obligación de sancionarla aunque sólo sea moralmente.

Pero ¿cuáles eran los nombres de empresarios y políticos que saquearon salvajemente a México para exponerlos “sin ningún tipo de consideraciones políticas”? ¿Dónde estaban los nombres de los medios que se alzaron con miles de millones de pesos, lo cual es otra forma de corrupción porque lo que se compra es silencio y lo que se vende es complicidad? Pues nada, que nombres y medios corruptos hicieron su debut en público sólo hasta que el presidente López Obrador comenzó a evidenciarlos en las “mañaneras”. Antes, callaron como momias. Don Federico todavía está a tiempo para exponer a los corruptos, que son, entre otros, los que financian los organismos-fachada con los que se agrede a la 4T, y en particular el pobrecito señor X. Esperamos su exposición.

También es difícil encontrar la palabra “corrupción” en el libro ¿Tiene futuro el PRI? (Grijalbo, 1998), del hoy desesperanzado José Antonio Crespo, quien utiliza en su libro diagramas y menciones al Partido Liberal Democrático japonés, a Mao Tse-Tung, al partido hegemónico y a todo lo que se quiera y se cuele, menos a la corrupción priista.

Sí ve, en la página 79 del libro mencionado, que el PRI comete “acciones ilícitas (…) para asegurar su triunfo a nivel estatal o municipal”, pero después se le nubla la mirada y ya no alcanza a ver que también hubo “acciones ilícitas” en las corruptas elecciones presidenciales de 1988 y de 1994. El horizonte de su mirada se enturbia cuando llega a la figura presidencial.

Observa Crespo que el PRI obstruye “todas las demandas de juicio político en contra de funcionarios priistas, y las comisiones de investigación de casos de posible corrupción”. Hasta ahí, para que la vaga mención al ilícito haga también las veces de sanción y nos olvidemos del asunto. Por cierto, Crespo es el convencido demócrata que en su twitter miente un día sí y otro también (aunque después, cuando ya sembró la duda, medio se disculpa, como aparece en https://twitter.com/JACrespo1/status/1555552634068733956), y es el ciudadano profundo que lamenta el 71% de aprobación popular a la gestión del presidente López Obrador. Con demócratas como éste, ¡quién necesita autoritarios!

El presidente López Obrador afirmó: “el principal problema de México es la corrupción. Antes no se hablaba de eso (…). Porque ni en los discursos se hablaba de corrupción, si ustedes hacen un análisis de los discursos de 50 años a la fecha no van a encontrar la palabra corrupción, como si no existiera, y en los medios de información lo mismo”1. Los tres botones de muestra exhibidos en este artículo le dan la razón al presidente. Pero el desfile de la desvergüenza intelectual podría alargarse hasta hacerse interminable.

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