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Inicio » La commedia è finita (La comedia ha terminado)

La commedia è finita (La comedia ha terminado)

junio 19, 2025
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Todo parecía marchar bien en el Imperio. Dominaban el planeta a su antojo, las noticias eran válidas sólo si ellos las aprobaban, las guerras eran necesarias para defender al “mundo libre” de los tiranos de oriente e invadían países para llevarles democracia y libertad. Su reino parecía no tener fin, justo como en sus películas de acción, pero su historia dista mucho de ser una epopeya contra el mal.

Cuando culminó la 2a guerra mundial en 1945, tal vez no fueron capaces de visualizar, al menos no para los años inmediatos sino para las décadas posteriores, el impacto que tendría a nivel global, el dar la libertad de toma de decisiones a su antojo, como la que pusieron en bandeja, al Estado de Israel. A su vez, y debido a las consecuencias de destruir una gran parte de un país como Japón y aniquilar a cientos de miles como parte de dicha guerra, los Estados Unidos supusieron que su dominio del mundo no tendría un final. ¿Quién les iba decir que la caída de su reino vendría de la mano de su propia gente, de su presidente, el más popular, el más “caucásico”, el más parecido a ellos?

Con las redadas contra migrantes en el vecino país del norte, se echa por tierra el ideal de libertad y puritanismo de la política exterior que durante años han aparentado políticos norteamericanos para mantener su imagen impoluta, gracias a las decisiones irrisorias y demenciales de su dirigente, tal vez el más racista y clasista o cuando menos, el que no tiene empacho en mostrarse como tal, frente a todo el mundo. Para él, presentarse en dichas condiciones es un símbolo de autoridad, de hombría, de ser “todopoderoso”; ante el resto de países, es volver a repetir la historia que desencadenó en la última guerra mundial.

Hoy, en los albores de una nueva afrenta global, a raíz del conflicto bélico entre Israel e Irán, un Israel desbordado en soberbia y deseo de dominio y sometimiento de los más débiles, justo como su mentor, y con el deseo en este lado del planeta, de “aniquilar” a inmigrantes, a quienes tienen un tono de piel más oscuro y hablan distinto, a quienes los más intolerantes les dicen “speak english” y miran con desprecio, a quienes solo sirven para recolectar en el campo, trabajo que ningún estadounidense quiere hacer, hoy valdría la pena preguntarnos si fue un acierto global el ser tan complacientes.

Ante estas condiciones de precariedad social y moral, resulta doblemente importante el ser testigos de las protestas que se han organizado en ciudades como Los Ángeles, Chicago o Nueva York, esta vez con hijos de esos migrantes mexicanos que salieron de su país en busca de mejores oportunidades de vida, esos hijos que a su vez ahora son ciudadanos norteamericanos bajo la legalidad de la Constitución de aquel país y que se sienten en completa razón de protestar por esa vida digna de un sueño americano, no sólo para ellos, sino para quienes les precedieron.

Hoy, esos hijos de migrantes son los estudiantes de la high school, graduados de Yale o Columbia, NYU o Harvard, son sus actuales abogados, economistas, físicos o astronautas. Portan a su vez, orgullosos sus títulos, universitarios o de puestos laborales en las grandes empresas y conglomerados internacionales, lo mismo que defienden con orgullo su color de piel y sus raíces, heredadas de sus padres, quienes vieron pasar toda su vida en cocinas de restaurantes o campos de cultivo, o como trabajadores de empresas, todos ellos con la obra de la persecución de la migra, hoy conocida como ICE.

Hoy, la afrenta pública, no es solo contra migrantes mexicanos, o salvadoreños, o guatemaltecos, u hondureños, sino con ciudadanos norteamericanos, quienes ponen en jaque y confrontan a un país dirigido por un hijo de migrantes, que ha olvidado su historia. Hoy el compromiso mundial es no repetir la historia, mi vida en el holocausto más grande en la historia del hombre ocurrido el siglo pasado, es evitar que el más grande, fanfarrón y poderoso destruya al más chico, abandonado a su suerte, por conveniencia políticas, como ocurrió hace más de medio siglo.

  • @Pablo_OcampoEsc

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Tags: columnaMigrantesopiniónPablo Ocampo
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