El país no estaba tan mal

Con el valor que hace falta para para manifestarse vulgarmente cínico, la todavía no candidata indígena, impulsada por la ciudadanía y frenteamplista Xóchitl Gálvez, que ni es indígena, ni es impulsada por la ciudadanía y forma parte de un frente bastante estrecho, reducido y corto de miras, afirmó que con los gobiernos de los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) “el país no estaba tan mal”. Así, simple y sencillamente.

Es decir, el país estaba mal, pero no estaba tan mal. En otras palabras, lo que la mujer X, cuya candidatura ilusiona a todos aquellos que sabiamente no hacen más que mirarse el ombligo, sostiene, es que el sistema de privilegios que privilegiadamente privilegiaba a quienes ya eran privilegiados y dejaba en el abandono a quienes no quedaba más que abandonarlos, no estaba tan mal, y que el problema radica en haber permitido a un puñado de mexicanos —30 millones, el 53% de quienes votaron en 2018— imponer una narrativa que considera al saqueo como algo negativo y ve en el apoyo a los que menos tienen algo positivo. Esa esa narrativa y no la realidad la que nos ha llevado a pensar que con los gobiernos PRIANISTAS el país estaba mal.

Se necesita tener los pies en la tierra y no estar tonto para pensar que la destrucción del sistema de salud, de PEMEX, la aniquilación de la autonomía energética y alimentaria, es igual a estar mal. Para nada, nada más lejos de ello. Los 30 años del experimento neoliberal no trajeron más que bienestar y libertad a la ciudadanía mexicana, el bienestar de no poder estar peor y la libertad de elegir la forma que cada quien prefiriera de morir de hambre, por eso se concesionó un porcentaje importante del territorio a las mineras, para que los mexicanos no tuvieran que cargar con el peso y dolor de explotar su propia tierra, por eso desaparecieron Conasupo y Barural, para que los campesinos tuvieran la libertad de elegir con quien malbaratar el fruto de su trabajo, o si lo malbaratan o lo tiran a la basura. Eso es el neoliberalismo, eso es el no “estar tan mal” de Xóchitl, el dar libertad absoluta a la gente, tanta que la gente no solo no sepa qué hacer con ella, sino que no pueda hacer nada con ella, liberarla maniatándola al darle un sinfín de opciones que les resulten inaccesibles. Por eso se realizó el FOBAPROA, para liberar a la ciudadanía de sus responsabilidades crediticias, al volverlas impagables, y de paso liberarlos de todo bien material. Pero no sólo eso, el FOBAPROA creó un sentido de identificación y pertenencia para todos los mexicanos, los unió con una deuda que cada uno tiene, incluso los no nacidos, para que se pueda pagar el noble rescate bancario que rescató a los bancos de la difícil tarea de prestarse dinero ellos mismos y mantener los privilegios de la clase privilegiada. En fin, el listado podría alargarse mucho más, pero el objetivo no es hacer un repaso histórico del encogimiento salarial, la desaparición de empleos, el aumento de la pobreza, la privatización de recursos naturales, los desplazamientos y matanzas que acompañaron a la guerra contra el narcotráfico en manos de un narcotraficante como García Luna, etc. No. Lo importante es que se entienda que todo eso era un bien estar para extender las libertades de la ciudadanía y que se logró gracias al neoliberalismo que ahora se condena desde una narrativa que tramposamente busca poner el acento en las necesidades de las personas y la dignidad de las mismas.

Una narrativa que desde Palacio Nacional condena la condonación de impuestos a las empresas más ricas del país, que ve mal que entre Calderón y Peña perdonaran el pago de 366 mil millones de pesos a estas empresas, y que le parece corrupto que, a cambio de esos pesos condonados, las empresas invirtieran, perdón, financiaran, las campañas político-electorales de los PRIANISTAS. Una narrativa que prefiere crear programas sociales, peor aún, que ha elevado los programas sociales a rango constitucional, para apoyar a quienes más lo necesitan de forma directa, evitando intermediarios. Narrativa que ha sacado a nueve millones de mexicanos de la pobreza, que ha reducido la desigualdad entre los más ricos y los más pobres, que entrega becas a estudiantes (sin importar su promedio académico) para que puedan estudiar y puedan hacerlo garantizando el mínimo de sus necesidades, una narrativa que utiliza obras del Estado para contribuir significativamente al desarrollo de regiones históricamente abandonadas porque no son rentables para hacer negocios en ellas. Una narrativa, en resumidas cuentas, que hace a las personas dependientes de que el Estado desempeñe sus funciones y responsabilidades.

Entrados en gastos

Si permitimos que esa narrativa destructora de privilegios se expanda, consolide y siga sentando sus reales en el imaginario colectivo, engañándo con la falsa idea de que es preferible vivir mejor que vivir peor, con el maniqueo concepto de que todos tienen derecho a la vida digna, esa narrativa que apoyándose en la realidad ha modificado la forma en la que la gente ve las cosas, si no defendemos la defensa de los privilegios de los privilegiados, tendremos un país donde las clases explotadas querrán trabajar menos horas. Afortunadamente, esa gran prócer de la desigualdad y defensora de los privilegios y el derecho a vivir mal, Xóchitl Gálvez, se ha manifestado en contra de la reducción de la jornada laboral, “aún no es tiempo”, ha dicho con la sabiduría de quien sabe que hay cosas para las que jamás será tiempo. Aún no es tiempo, y nunca lo será, de eliminar los privilegios de las clases que tienen clase. Aún no es tiempo y nunca lo será de acabar con un sistema inhumano que permite que algunos vivan con excesos excesivos mientras el grueso de la población muere de hambre. Las clases explotadas deben entender que no están tan mal y aún no es tiempo de que estén bien.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

Salir de la versión móvil