El oráculo de Polanco

Con la madre de todas las elecciones en puerta, bautizada así más por temas de marketing electoral en beneficio de los noticiarios y medios de información que por lo que verdaderamente sucederá a lo largo y ancho de la contienda, una elección en la que la oposición, sus esbirros y sus patrones se juegan seis años más de no poder saquear el presupuesto, ni de hacer negocio con los recursos de la nación, la infinitamente heroica Doctora Dresser, que cuando no es perseguida por las cámaras del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, está llorando en marchas que conmemoran las luchas sociales, o escribiendo la misma columna una y otra vez, lo que sólo demuestra perseverancia, ha puesto el acento en el peligro en el que nos encontramos los mexicanos de volver a defraudar a los dueños del capital y a la pequeña burguesía facturera, limitando con nuestro voto su poder, margen de acción e injerencia para que sean ellos quienes conduzcan los predestinados destinos de nuestro país y se ven beneficiados por ello, mientras que el resto de la población no hace más que mirar al cielo en espera de que caigan unas cuantas migajas con las que puedan distraer su hambre.

Como las mejores pitonisas trasnochadas de Delfos, Amón o Upsala, la Doctora Dresser nos dice que la primera señal de alarma del esfuerzo totalizadoramente totalizador de la totalitaria CuatroTe, es la profundización de la polarización.

Si algo evidencia la evidente vocación autoritaria de Andrés Manuel y compañía es que en los cinco años de su gobierno, lejos de promover un espíritu de resignación que abrace al opresor y —más que perdonarlo— se compadezca de él por no tener más posibilidad que la de oprimir, incluso en contra de su deseo, ha denunciado el doble discurso de la ideología conservadora democrática liberal reaccionaria que se ha establecido como pensamiento hegemónico de la clase dominante y sus lacayos y ha intentado sacar a flote sus contradicciones, hipocresías e intereses. Si López Obrador fuera un verdadero demócrata, desde que era candidato habría agachado la cabeza y nunca jamás de los jamases se hubiera atrevido a cuestionas la bonhomía de los gobiernos anteriores —desde la Colonia— que, si bien han humillado y sojuzgado a la población, lo han hecho por su bien, el bien de mantenerse completamente sometidos a una autoridad que sabe que lo mejor para todos es lo que solo beneficia a ella.

Siguiendo con sus predicciones, Denise anticipa que, otra muestra del autoritarismo que viene serán la promesa y el esfuerzo para acabar con las instituciones que fueron concebidas para contener los impulsos de la autoridad. La lucha en contra de los organismos que representan a los poderes fácticos, también conocidos como organismos autónomos, esos organismos que no representan más que el interés por garantizar que nada pueda cambiar o transformarse sin la venia de los poderes constituidos sin constitución alguna. Arrebatar el poder de las manos de unos cuantos para diluirlo en la participación ciudadana no puede ser otra cosa que el esfuerzo por concentrar el poder. Resulta evidente, mientras más capacidad de decisión tenga la ciudadanía sobre esa horrible cosa pública que es lo público, más poder concentrar el gobernante en turno ¿No? Para conjurar eso, para conjurar los peligros de la democracia, para conjurar el peligro de hacerle creer a la gente que puede decidir, pensar y actuar por sí misma, fueron creados los organismos autónomos, para dar un fuerte golpe sobre la mesa y recordarle a cada quien, cuál es su lugar en el mundo.

Entrados en gastos

Los augurios de la pitonisa fifí terminan como solo pueden terminar, de forma apocalíptica y con la certeza de que “la poca democracia que México logró construir estará en riesgo de extinción” si Claudia llega a la presidencia. Es importante, para entender las declaraciones de la doctora, que se tenga claro que cuando ella dice democracia, no se refiere a ese espantoso sistema político que pretende que la soberanía resida en el pueblo. No. Nada de eso. El ‘demos’ de Dresser, se reduce a unos cuantos que siendo ‘demos’ no son pueblo, sino todo lo contrario, una suerte de ‘demos’ ultra pasteurizado, purificado y bañado en oro, un ‘demos’ que es leal a las mejores prácticas del colonialismo contemporáneo y que es consciente y no pretende cambiar el lugar que México ocupa dentro de la división internacional del trabajo, un ‘demos’ blanco y de clase alta, en el peor de los casos un ‘demos’ aspiracionista, que, a lo largo de la historia de nuestro país ha sabido construir, preservar y consolidar un sistema que hoy se pone en entredicho por la ambiciosa ambición de ese otro ‘demos’, el ‘demos’ moreno y obrero, que piensa que puede tomar el control de las cosas.

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