Cuatro años, miles de millones de dólares, discursos encendidos y promesas de seguridad. ¿El resultado? Apenas un 8% de muro construido en la frontera entre Texas y México. El “gran proyecto” del gobernador Greg Abbott ha quedado en pausa (o en el olvido).
Lo que alguna vez se presentó como una “solución histórica” para frenar la migración terminó siendo una obra fragmentada, carísima y abandonada. En el presupuesto más reciente de Texas, aprobado este mes, ni un solo dólar fue destinado a continuar la construcción. De los 1,300 kilómetros prometidos, solo se levantaron poco más de 100, dispersos y desconectados.
La senadora Joan Huffman, principal autora del presupuesto, confirmó que el dinero destinado a seguridad fronteriza, más de 3,400 millones de dólares, será dirigido a operativos y no a acero ni concreto. Y es que el muro de Abbott, además de polémico, ha sido ineficaz: caro para los contribuyentes, inútil para los expertos y ofensivo para quienes cruzan la frontera en busca de una vida mejor.
El argumento ahora es que “eso le tocaba al gobierno federal”. Pero en su momento, Abbott se envalentonó y asumió el proyecto como emblema de su mandato. Incluso recibió elogios del presidente Trump, quien no ocultó su entusiasmo por ver muros de hasta 18 metros de altura. “Me encanta la construcción”, dijo. Pero ni el amor al concreto lo salvó de la realidad: sin resultados ni justificación, el muro se convirtió en un elefante blanco.
Mientras tanto, migrantes, en su mayoría mexicanos, siguen enfrentando condiciones hostiles, operativos agresivos y narrativas que los criminalizan. El muro, al final, solo sirvió como símbolo: no de fortaleza, sino de fracaso.
Y aunque Abbott no ha dicho ni una palabra sobre el parón, los críticos no han guardado silencio. Desde senadores hasta analistas coinciden: fue un gasto multimillonario para levantar un muro que ni divide, ni protege, ni convence.

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