Docentes en precariedad

Hasta hace 4 años, mis días empezaban a las 4:30 de la mañana y terminaban alrededor de las 11 de la noche, nunca me gustó tomar una siesta, aunque en la región donde he vivido los últimos 30 años existe esa costumbre. Un lujo que nunca pude darme. 

Entre la hora de levantarme y el momento de salir hacia la escuela donde presté mis servicios, ponía el café para la familia, dejaba limpios los trastes y algunas veces preparaba algo de desayuno, aunque ese trabajo generalmente lo hace mi compañera de vida. Casi siempre me iba en ayunas y me llevaba una bolsa con envases para conservar ese alimento y comerlo en la hora del receso escolar.

En los 90 yo funcionaba como coordinador y maestro en un colegio privado, todo el personal del área a mi cargo trabajaba en los 4 niveles que existían en esa institución, así que trabajábamos desde preescolar hasta preparatoria. Las aulas eran chicas y ninguna tenía sistema de aire acondicionado, pero si, grandes espacios para ventanas, que en ese tiempo no tenían vidrios ni mosquitero, así que a veces trabajábamos esquivando moscos, moscas, abejas y avispas.

Además del idioma extranjero que enseñábamos, también procurábamos enseñar lo importante del respeto a la naturaleza, al medio ambiente y a toda clase de diversidad. La formación integral era una prioridad en esa escuela, pero las condiciones eran verdaderamente precarias, en especial las salariales de todo el personal docente. Nadie cobraba más de 60 pesos por hora, tampoco estábamos inscritos en el IMSS y nunca recibimos pago de tiempo extra, pero trabajábamos contentos porque teníamos la creencia de que sembrábamos para un futuro mejor. Quince años después, los maestros de ese colegio siguen en las mismas condiciones, pero con un trato patronal y de su coordinadora general mucho peor que el que vivimos antes.

Consigno que mis dos hijos estuvieron becados hasta terminar la secundaria y en ambos casos con beca de la SEP y uno de ellos con solo 50%, que nos ofrecían porque ambos padres éramos docentes de esa escuela. Yo ganaba un poquito más por mi papel de coordinador, aunque un poco de tiempo después ella me superó porque se convirtió en la directora de la secundaria y la preparatoria. 

El trato patronal injusto e incongruente, hizo que nuestra relación laboral terminara, la de mi esposa con una demanda laboral y la mía en un común acuerdo arrancado a los socios de esa escuela por la vía de la negociación.

Poco tiempo después, ella empezó a trabajar en otro colegio porque la Secretaría de Educación de Tabasco no aceptaba contratar maestros que se hubieran formado en otras entidades federativas y tanto ella como yo, nos formamos en la Ciudad de México, así que tuvimos que buscar en instituciones privadas, donde la explotación es mucho mayor que en la educación pública. 

El colegio donde ella trabaja hasta la fecha, siempre respetó sus derechos laborales y aunque al principio pasó momentos difíciles, en la actualidad es muy bien tratada, aunque salarialmente sigue sufriendo precariedad. Yo entré a trabajar al Instituto Cumbres de Villahermosa, ahí padecí el acoso de quien, a la sazón, era la coordinadora de mi área, me consolaba el aprecio de mis alumnos y de sus padres, además de la amistad naciente con algunas de mis compañeras y de los sacerdotes que ahí trabajaban. Mis derechos laborales siempre fueron respetados, pero mi salario me condenaba a la precariedad, así que empecé a trabajar terminando el horario de labores en apoyo de algunos niños y en un pequeño negocio que habíamos montado en familia; nuestros horarios se habían ampliado.

Aquí cabe la aclaración de que un docente no solamente trabaja en “dar la clase”, debe planear y replanificar, revisar sus planeaciones y volver a planificar de acuerdo con las necesidades de cada grupo, debe soportar el acoso y presión de sus “autoridades” y de los padres de familia, que en la educación privada resultan más relevantes que las coordinaciones y direcciones de los colegios, tiene la obligación de calificar exámenes, cuadernos, libros y volver a preparar planeaciones de instrucción diferenciada para apoyar a los más atrasados y permitir el avance de los más rápidos. Se le exige todo con tiempos perfectamente establecidos y tiene que “subir” las calificaciones a las plataformas que estas instituciones utilizan para reportar los avances a las familias de cada persona en su clase, a la que debe tener bajo control estricto permanentemente, so pena de perder el trabajo en cualquier momento o de no ser recontratado para el siguiente ciclo escolar. La docencia en colegios privados tiene que vivir con la “espada de Damocles” amenazando su cuello siempre, no es libre en el aula y termina por ser profundamente infeliz o completamente domado y convertido en una especie de autómata con pérdida de la dignidad como trabajador o trabajadora. 

Nada de lo anterior puede realizarse mientras se está en el horario de labores de la escuela de que se trate; el maestro tiene que hacerlo en su casa y en su propio tiempo, lo que nunca es considerado para el pago de su sueldo o de sus prestaciones, si es que las tiene. 

¿Cómo puede considerarse justo un salario de docente de entre 70 y 90 pesos la hora y con las condiciones laborales más precarias posibles y sin ninguna otra prestación? En la actualidad el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha establecido que ningún docente de educación básica debe ganar menos que el salario promedio de los derechohabientes del IMSS, es posible que todavía haya docentes de escuelas públicas que no reciban ese salario, pero en los colegios privados, salvo muy honrosas excepciones, es absolutamente imposible. 

Hace algunos años deslicé la propuesta entre compañeras y compañeros para que creáramos una organización sindical de personal docente, administrativo y de intendencia de instituciones de educación privada, que sirviera para defender nuestros derechos laborales y mejorar nuestras condiciones de trabajo y de vida, pero siempre aparecen los traidores y ese fue el inicio de la separación que tuve con el primer colegio del que escribí líneas arriba.

Si en algún caso aplica el concepto de sobreexplotación laboral, éste tendrá que ser considerado el caso de quienes trabajan en instituciones de educación privada de cualquier nivel. Capítulo aparte será el de quienes trabajan por hora en instituciones públicas, especialmente a nivel de bachillerato y profesional.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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