Desde hace cerca de 18 años, uno de los temas más trascendentes de nuestro país ha sido el narcotráfico. Desde el fraude electoral de 2006, la llegada de Felipe Calderón al poder y la declaración de guerra contra los cárteles de la droga, este asunto ha permeado todos los aspectos de la vida cotidiana.
En casi todo el país se habla de la violencia en las mesas familiares, se escucha en la radio, se menciona en canciones, se muestra en la televisión ya sea en programas o series, se refleja en posters y hasta en el cine. Desde hace 18 años, el narcotráfico se ha implantado en la cultura de nuestro país, con opiniones divididas, pero siempre presente en la conversación pública.
Joaquín “El Chapo” Guzmán se ha convertido para algunas personas en un tipo de ídolo. Este personaje ha inspirado corridos y hasta series de televisión, e incluso su nombre fue registrado para cobrar regalías.
No es sorprendente que este tema sea central en las familias mexicanas, ya que, desde 2006, todo el país ha sido víctima de la guerra contra el narcotráfico y la corrupción que prevaleció durante los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. De hecho, es curioso que figuras como El Chapo Guzmán y El Mayo Zambada tengan mejor aprobación que los últimos dos expresidentes.
El pasado 25 de julio, el líder del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, fue detenido por autoridades estadounidenses, supuestamente tras haberse entregado voluntariamente en El Paso, Texas. Con él estaba también Joaquín Guzmán López, hijo de El Chapo Guzmán.
A poco más de dos semanas de este suceso, siguen saliendo a la luz detalles sobre la detención, ya que no está claro cómo ocurrió. Algunas fuentes sugieren que la detención ya había sido pactada. El Gobierno de México asegura que no participó en la negociación ni en la detención, y entre versiones contradictorias, aún no se aclara el proceso. Sin embargo, hace unos días, el líder del Cártel de Sinaloa difundió una carta a través de su abogado, en la cual asegura que fue engañado y sacado de suelo mexicano por autoridades estadounidenses, lo cual es sumamente grave.
En el documento, Ismael Zambada afirma que asistió a una reunión convocada por Joaquín Guzmán López para resolver un conflicto político entre el actual gobernador de Sinaloa, Rocha Moya, y Héctor Cuén, quien fue asesinado el día de la detención. Según Zambada, al llegar al lugar, saludó al exalcalde de Culiacán, Héctor Cuén, y luego fue agredido por un grupo de personas que lo sometió, encapuchó y llevó a un aeropuerto, desde donde voló aproximadamente tres horas hasta Texas.
Hay dos puntos importantes a resaltar en este relato. Primero, a pesar de la intención de involucrar al actual gobernador de Sinaloa, Rocha Moya, no hay evidencia de que él participara en la reunión, ni siquiera de que esta reunión existiera. Segundo, la acción de las autoridades estadounidenses en México, sin la debida autorización o conocimiento del gobierno mexicano, constituye una violación a la soberanía nacional y debe ser condenada.
Los recientes acontecimientos reflejan una vez más la complejidad y el alcance del narcotráfico en México. La intervención de autoridades extranjeras sin coordinación con el gobierno local plantea serias preguntas sobre la soberanía y la eficacia de nuestras instituciones. A medida que surgen más detalles, es crucial que el gobierno mexicano y la sociedad en general exijan transparencia y rendición de cuentas para garantizar que la lucha contra el narcotráfico no sea solo una guerra de palabras, sino una estrategia efectiva y respetuosa de nuestras leyes y derechos.
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