Encapuchados, vestidos de negro, sin líderes visibles y con tácticas de confrontación, el Bloque Negro volvió a causar destrozos el pasado 20 de julio tras una marcha contra la gentrificación. Aunque los organizadores habían declarado que sería pacífica, el grupo irrumpió en Ciudad Universitaria, vandalizó el Museo Universitario de Arte Contemporáneo y una librería de la UNAM.
Una investigación de La Silla Rota señala que este grupo radical opera sin vocerías, evita la identificación y actúa en bloque. Su presencia es constante en marchas feministas, por los 43 de Ayotzinapa o en protestas estudiantiles. Donde aparecen, los disturbios suelen marcar el cierre de la jornada.
La táctica del Bloque Negro surgió en Alemania en los años 80 y se expandió tras las protestas antiglobalización en Seattle en 1999. Su vestimenta negra representa anonimato y rechazo a la criminalización de la protesta. Intervienen espacios públicos como forma de protesta simbólica.

En México, esta táctica es usada por grupos anarquistas, algunos con tendencias violentas, según informes de la SEDENA. Han sido ligados a pintas, incendios, ataques con artefactos explosivos y tomas de espacios como el auditorio Che Guevara de la UNAM.
Durante los gobiernos de Miguel Ángel Mancera, Claudia Sheinbaum y ahora Clara Brugada, su actuación ha sido constante. El 2 de octubre de 2019 lanzaron cohetones a policías; en otras ocasiones han agredido a funcionarios, destruido mobiliario y causado enfrentamientos en fechas clave como el 8M o el Día de la Raza.
Diversos colectivos sociales los han señalado por restar legitimidad a las protestas. En la reciente manifestación contra la gentrificación, una activista lo resumió así: “No son parte del movimiento, solo lo desprestigian”.
El Bloque Negro en México divide opiniones: para algunos, es un escudo frente a la represión policial; para otros, un grupo que desvirtúa las luchas sociales con violencia. Su presencia continúa siendo un reto para las marchas pacíficas y las autoridades de la CDMX.
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