En medio de una crisis ambiental global, la economía circular surge como una alternativa necesaria frente al modelo lineal de producción y consumo basado en “usar y desechar”. Esta propuesta busca alargar la vida útil de los materiales, reducir residuos y fomentar la innovación. Sin embargo, para que esta transformación ocurra, es indispensable un elemento clave: la educación.
México: transformar la cultura del desecho
En México se generan más de 120 mil toneladas de basura cada día, pero menos del 10% se recicla formalmente. La falta de infraestructura es un problema, pero el mayor desafío está en la cultura ciudadana. Incluir contenidos de economía circular en la educación básica y superior permitiría crear generaciones más conscientes, capaces de diseñar proyectos sostenibles y participar activamente en la transición ecológica.
Universidades como la UNAM y el Tecnológico de Monterrey ya han comenzado a impulsar programas y proyectos de innovación circular, aunque aún de manera limitada.
América Latina: una región con oportunidades
La riqueza natural de América Latina contrasta con la vulnerabilidad ambiental y la desigualdad social. Países como Chile, Brasil y Colombia han dado pasos en políticas de economía circular, pero los resultados dependen de que las comunidades reciban formación y acompañamiento.
La educación en este campo no solo enseña técnicas de reciclaje, sino también valores de justicia ambiental, cooperación comunitaria y responsabilidad social. Jóvenes preparados en este modelo pueden convertirse en emprendedores verdes y en líderes comunitarios capaces de generar soluciones locales frente a los retos globales.
El mundo: cerrar la brecha educativa
En Europa, la economía circular ya forma parte de la agenda industrial, mientras que en Asia se apuesta por tecnologías de reciclaje y rediseño de procesos. Sin embargo, en gran parte del Sur Global los programas educativos siguen siendo incipientes.
Esta brecha amenaza con profundizar desigualdades: los países que formen talento circular tendrán ventajas competitivas, mientras que los que no lo hagan quedarán rezagados. De ahí la urgencia de democratizar la educación en sostenibilidad como un derecho universal.
Del aula a la vida diaria
La enseñanza de la economía circular no debe limitarse a lo académico. Su verdadero impacto está en la vida diaria: aprender a consumir con responsabilidad, diseñar productos duraderos, aprovechar recursos locales y crear empleos verdes. Según la CEPAL, se trata de un cambio cultural de largo plazo, que exige tanto políticas públicas como la participación activa de la ciudadanía.
Conclusión: la educación como motor del cambio
México, América Latina y el mundo comparten un reto: cambiar la manera en que entendemos el desarrollo y el consumo. La economía circular no es solo un modelo económico, sino una nueva forma de pensar y vivir.
En definitiva, aprender a reutilizar no es una opción, sino la lección más urgente que el planeta nos exige para garantizar un futuro sostenible.