Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir

La principal virtud de nuestro sistema democrático, aquella de la que emanan el resto de sus virtudes, aciertos y sabios mecanismos para garantizar que todo se mantenga en su lugar, radica en que se trata de una democracia representativa, una democracia donde el/la/le candidato/candidata/candidate, se presenta como la voz del electorado que lo eligió y ―consecuentemente― los representa, incluso cuando esa voz, ese actuar y esa persona, no represente a nadie que no sea su propia persona y sus intereses, o los intereses de quienes interesadamente lo patrocinan, postulan, apoyan y encumbran al puesto de representación popular. He ahí la gracia y grandeza de la democracia representativa, permitir que la ciudadanía / pueblo “elija”, negando que la ciudadanía / pueblo tenga acceso a cargo público alguno y asegurándose de que no se ponga en riesgo la estabilidad de aquello que debe mantenerse estable. En ese sentido, a nosotros, la masa electoral, la masa que se inclina por alguna u otra alternativa dentro del espectro político nacional, no le queda más que aplaudir ―con férrea disciplina partidista― las decisiones que se toman en las cúpulas de los partidos políticos, cúpulas de dudosa procedencia democrática, a riesgo de evidenciar que no estamos del todo convencidos de aquello de lo que estamos convencidos.

Así, sin importar cuan aristocrático sea el origen del votante de la derecha mexicana, o cuan aristocrático le gustaría a ese votante que fuera su origen; sin importar si vota por la derecha porque le gusta tener la bota en el cuello o porque al votar por la derecha siente que puede fantasear con ser privilegiado, ese votante debe aplaudir que su candidata firme con sangre el compromiso de no eliminar los programas sociales del gobierno progresista-comunista de Andrés Manuel López Obrador, aplaudir las manifestaciones de apoyo (genuinas o no, poco importa) de Xóchitl a la comunidad LGBTQ+, aplaudir que ambiguamente se manifieste a favor del aborto, aplaudir que hable mal el castellano y peor el inglés, que tenga un diluido origen indígena, un presunto pasado trostkista, y que vista con huipil ―así sea de Pineda Covalin. 

Del mismo modo, pero del otro lado del espectro político, que cual circulo hermenéutico tiende a acercar a los opuestos, el votante perteneciente a  la masa obrera y que no se avergüenza por ello, debe aplaudir que PRIistas de la mejor peor ralea y PANistas extraviados ―por ultra conservadurismo o pragmatismo extremo, o una mezcla de las dos― resulten atractivos para los listados de candidatos a diputados y senadores de MORENA, además de una serie de personajes cercanos a MORENA y completamente alejados de las lejanías del obradorismo. Aplaudir fuerte y estruendosamente que aplaudir el que MORENA no se convierta en el PRI o PAN, sino que incorpore a sus listas a  representantes del PRI y El PAN y podamos encontrar personajes de la talla de Javier Corral, representante de la siempre combativa y obrera derecha moderada, que Ricardo Monreal siga teniendo un espacio, que aparezca Napoleón Gómez Urrutia, charro entre charros, Cuauhtémoc Blanco, ídolo de la afición americanista y notable gobernador de Morelos y Sergio Mayer, cuyo principal atributo es no tener atributos, por mencionar a algunos y sin olvidar que Scherrer tendrá una curul gracias a su hijo y al Partido Verde. Aplaudamos también que MORENA y el Partido Verde ―ejemplo del arte de hacer política para defender los privilegios familiares― sigan siendo aliados.

Entrados en gastos

Aplaudamos, así sea con desgano, a Álvarez Máynez, no por ser candidato a la presidencia, tampoco por lo que proponga o deje de proponer, ni siquiera por sus borracheras al mejor estilo yuppie. No. Aplaudamos a Álvarez Máynez y todo el Movimiento Naranja por dos razones. Por pura inercia, porque si algunos le aplauden a la marea rosa que parece más sargazo que un movimiento social, y otros aplauden a MORENA, partido político que reforma a lo peor de la clase política nacional para convertirlos en férreos defensores de la transformación, podemos aplaudir a lo que sea. Aplaudámosle porque a pesar de todo, consigue despertar todas las mañanas y hacer acopio de fuerzas para enfrentarse al peso aplastante de la realidad de ser él. Aplaudamos, en resumidas cuentas, porque, como escribió dijo e.e. cummings, podemos mandar todo al carajo, menos el circo.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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